La relación de Nelson Mandela con la Argentina estuvo desde sus primeros pasos como presidente de Sudáfrica ungida por la lucha común contra el ‘apartheid’ y el deporte, como no podía ser de otra manera para el líder carismático que desde ayer quedó inmortalizado.
Paradojas del destino: el primer funcionario argentino al que abrazó Mandela cuando llegó al poder en 1994 luego de 27 años de cárcel fue el entonces embajador Hugo Porta, un exrugbier. Y precisamente fue el rugby el deporte que eligió el líder sudafricano para unificar su país, profundamente dividido durante cientos de años por los enfrentamientos entre negros y blancos. Esta puja signada por el régimen de segregación racial fue también duramente cuestionada desde la Argentina con el reinicio de la democracia.
“Mi padre siempre sintió una gran admiración por la Argentina”, dijo Zenani Dlamini, hija de Mandela y embajadora de Sudáfrica en la Argentina, durante un breve encuentro con La Nación.
Mandela viajó sólo una vez a la Argentina. Pero esa visita resultó suficiente para ganarse la admiración de muchos argentinos. Fue en 1998, durante el gobierno de Carlos Menem. El entonces Presidente sudafricano llegó para una cumbre del Mercosur y fue ovacionado en el Senado. Luego partió a Tierra del Fuego, donde se hizo la reunión de presidentes. Con 80 años a cuestas, Mandela ya advertía en 1998 sobre la necesidad de establecer fuertes alianzas entre África y América Latina.
“Hasta en eso fue un visionario: cuando nadie hablaba de la relación Sur-Sur en el mundo Mandela ya veía que el futuro de la economía y el crecimiento vendría por ese lado”, expresó a La Nación el actual embajador argentino en Sudáfrica, Carlos Sersale di Cerisano.
Fue el gobierno de Raúl Alfonsín, en 1983, el que rompió relaciones diplomáticas con Sudáfrica. “Una decisión compleja porque la dictadura militar argentina tuvo una relación económica fuerte con el apartheid, pero Alfonsín estuvo de acuerdo desde el vamos con la ruptura y las denuncias contra el apartheid”, recordó Dante Caputo, entonces canciller.
No fue casual que cuando Mandela visitó la Argentina y se cruzó en el Senado con Caputo le dijera: “A usted lo conozco; dígale a Alfonsín que le agradezco todo lo que hizo por Sudáfrica”.
La Argentina recién restableció el vínculo diplomático con Sudáfrica en 1991, cuando el premio Nobel de la Paz ya había sido liberado y empezaba las negociaciones para las primeras elecciones en las que participaron los negros, que lo llevaron al poder.
La relación que forjó Mandela con la Argentina hoy empieza a ver sus tibios frutos: más de 1 200 millones de dólares en el intercambio comercial con una balanza más favorable para nuestro país, tareas en común en el campo de los derechos humanos, un discurso común en el G-20, el apoyo de Pretoria por el diálogo entre Londres y Buenos Aires por el reclamo argentino en las islas Malvinas y la cooperación conjunta en el área de defensa, entre otras cosas. Quizá todo esto no sea suficiente aún para rendir homenaje a una figura internacional como fue Mandela, que sentía tanto agradecimiento y simpatía por la Argentina.