Mañana, a las 17:00

Sin importar el bando al que pertenezcas, mañana a las 17:00 seguramente estarás en la calle blandiendo banderas y gritarás consignas: con rabia, con convicción, por obligación (para salvar el puesto) o con desesperación (porque ya no hay puesto que salvar). Mañana a las 17:00 puede haber un chance –mínimo y depende solo de ti– de que empieces a cambiar lo que no te gusta. Si no lo aprovechas, todo seguirá igual y la cantaleta (la tuya y la de los otros) y las convocatorias a marchas y contramarchas se repetirán de forma estéril ad infinitum hasta que llegue el próximo enviado de dios a cambiarnos la vida. ¿Eso quieres?

Ese chance, iluso quizá (si tienes clarísimo que la ‘realpolitik’ es una jungla despiadada), empezará a concretarse solo con un pequeño gesto, que se moverá hacia adelante empujado por toneladas de voluntad. Nadie dijo que sería fácil, pero podría funcionar.

Mañana, cuando llegues al lugar al que has sido convocado y empieces a intercambiar ideas con las personas que te rodean, las conozcas o no, en vez de solo quejarte y/o maldecir, pregúntales si estarían dispuestas a informarse sobre las opciones democráticas que existen para hacer que la Asamblea acoja sugerencias; y luego a ponerlas en marcha. Por ejemplo, pedir citas con las diferentes comisiones; la más urgente ahora sería con la que está tramitando las reformas económicas.

Digamos que los asambleístas se las ingenian para no dar la cita solicitada, pues ahí tocará aplicar la voluntad (toneladas). ¿Para qué? Para hacer toda la bulla posible y convocar la atención de dios y del diablo. Que se sepa, que se escuche, que se difunda que quienes están en la obligación de servir a los mandantes no lo están haciendo.

Así es como se va armando un caso: con paciencia, con constancia, con acciones para mostrar -todas registradas-. Luego, en alguna instancia nacional o internacional, se podría impugnar lo actuado a espaldas del pueblo.

Los dos párrafos anteriores aplican si te has ubicado en lado que se rebela contra las acciones del Gobierno. Pero seguro si estás del otro lado también quieres que algo cambie, que mejore, ¿no? Analiza qué es, plantéate una modalidad parecida que aplique a tu caso y llévala a cabo. Si cada uno se hiciese cargo de lo que le duele y le toca, otro sería el cantar. Responsabilizarse es la palabra clave.

Lo que sí es indispensable es que dejes de pelearte con los que piensan distinto a ti. Conversa, pero sobre todo: escucha. Concede razón al otro en lo que se pueda. En serio, es una costumbre horrible que hemos adquirido los últimos años esta de odiarnos entre nosotros, y es inútil (al menos para la gente de a pie; el poderoso se alimenta del “divide y vencerás”). Mientras sigamos divididos, odiándonos, no hay país posible. Mañana tienes (tenemos) un chance de que no sea así; el tiempo corre a partir de las 17:00.

iguzman@elcomercio.org

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