Para muchos ecuatorianos y no pocos extranjeros, comerse una fritada es un ritual que se cumple con frecuencia. La costumbre, lejos de irse perdiendo como otros hábitos gastronómicos, va en aumento.
La fritada imbabureña, así publicitada, se la vende en muchos sitios de la provincia, en Quito y otros lugares del país. Inclusive se la encuentra en España y Nueva York, para solo mencionar dos lejanos lugares. La fritada es el plato imbabureño por excelencia. Y lo es porque se la encuentra, con diversas formas de preparación, en toda la provincia, desde el Juncal al norte, en el puente sobre el río que separa a la provincia con Carchi, hasta Cajas, en el sur, justo en el límite con Pichincha.
Muchos comen fritada, pero pocos se preguntan sobre su origen. De eso se sabe poco, pero evidentemente la costumbre de hacerla no es originaria, ya que el cerdo fue introducido por los conquistadores españoles. Su preparación, sin embargo es una costumbre indígena ya centenaria. Esto quiere decir que los indios se apropiaron del principal ingrediente y lo procesaron de una manera propia y lo sirven con productos de origen americano como el maíz y las papas.
Por testimonios de los mayores sabemos que la fritada, tal como se la hace en Imbabura, la preparaban los indios de Otavalo dedicados a la crianza de chanchos, de los que se sacaba el producto más cotizado, la manteca, que se vendía en los mercados. La carne servía para hacer la fritada, que también terminó siendo un plato para la venta.
No es posible saber cuándo se comenzó a preparar fritada, mucho menos quien lo hizo. Pero si conocemos que varias familias de Quinchuquí se desplazaron a otros lugares de la provincia y llevaron consigo la preparación de la fritada. También sabemos que una de las primeras personas que la preparaba como hoy la conocemos y la vendía “al peso”, es decir por libras, fue “Mama Miche”, en su establecimiento de Atuntaqui.
Doña Mercedes Farinango, de familia otavaleña, popularizó la fritada en el salón que instaló en su casa. Allí trabajó por años. Ella personalmente preparaba la fritada y sus “acompañados”. Y ella los vendía, controlando que la clientela fuera debidamente atendida. Era una mujer de carácter, trabajadora y tranquila. Hablaba poco, pero era muy atenta con sus visitantes. En el local original, la familia de “Mama Miche” sigue vendiendo fritada. Allí conservan fotografías de la madre fundadora recibiendo varios homenajes. El primero fue la condecoración que le entregué en 1987 en el Congreso Nacional, circunstancia que sus hijos recuerdan con reconocimiento. La fritada “por libras”, con mote, tostado, papas enteras, choclos, queso, maduros, aguacates y ají, se vende ahora en gran cantidad de sitios. Es parte central de la identidad imbabureña.