La mamá de Cinthia

A lo mejor, en el mundo de la política, es posible identificarla así y no con su verdadero nombre María Leonor Jiménez de Viteri. Una jurista con una dilatada carrera judicial y prestigio en tan difícil y compleja función social. Sobre el caso El Universo – Emilio Palacio, se atrevió a decir que el carrusel de jueces podría ser identificado como de magistrados golondrinas. No lo dijo, pero pudiera haber querido decir que se trataba de jueces ad- hoc para una causa cuyo principal actor algunas veces era un ciudadano más y en otras actuaba o era protegido como del Jefe de Estado del Ecuador.

Es probable que la alusión, de carácter genera l, que hizo a sus colegas inferiores al endilgarles la calidad de aves inquietas y migratorias hubiese recibido una sanción disciplinaria o una multa que hubieses sido destinada a fondo del Yasuní. Sin embargo la decisión del Consejo Transitorio de la Judicatura fue la inmediata destitución, luego de que en una sabatina el presidente per urgió a la Comisión Tripartita, lo que si bien equivale a una opinión política, en nuestros días debe ser interpretado como un edicto imperial. Para el ciudadano común, a pesar de no ser experto en temas judiciales o políticos no se trataba de la eliminación de algún funcionario de menor jerarquía en el panorama judicial; por el contrario, era la Presidenta de la Corte Superior de una ciudad que antes compartía el rumbo de la nación con la capital de la República y que hoy se asemeja una moderna urbe poblada de aldeanos ingenuos y timoratos sin consciencia histórica ni nacional. Profesionales experimentados no deben haber eliminado la posibilidad de que era una instancia de que podía juzgar el caso del juez Paredes que se ventila en juzgados interiores. Excesos de suspicacia pero los tiempos jurídicos políticos en que se desenvuelve el país no da para menos.

Pero a pesar de la pacatería guayaquileña y en parte nacional, doña María Leonor Jiménez ha prestado con su inmolación un importante servicio a la causa democrática del Ecuador. Su veloz destitución demostraría que la reestructuración de la administración de la justicia en el Ecuador es falsa; que los observadores internacionales – Baltasar Garzón, Ricardo Lagos y otros han perdido por razones de edad el prestigio que otros no pueden olvidar y que la Carta Democrática Interamericana es un instrumento válido para los Estados y los gobiernos que la administran y no para los derechos de los ciudadanos. En este último aspecto vale recordar que la parte final del artículo tercero de la Carta considera que entre otros son ‘elementos esenciales’ de la democracia representativa ‘la separación e independencia de los poderes públicos". En ninguna cadena oficial se ha afirmado que el Ecuador es una excepción o tiene registrada una reserva a tal proclamación de obligaciones democráticas continentales.

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