Malos tiempos políticos

Todo parece indicar que el calendario político de los próximos meses seguirá siendo crispado. En el primer trimestre del 2013 se cumplirán las elecciones presidenciales y legislativas, lo cual quiere decir que máximo en un año entraremos en una nueva campaña. Si quiere correr con éxito para la reelección del presidente Rafael Correa y para contar con una mayoría legislativa, el Gobierno deberá tener resuelta, hasta finales del 2012 y comienzos del 2013, la reforma de todo el sistema judicial, pues entonces se le terminará el plazo máximo de 18 meses para cumplir la tarea que se autoimpuso como condición para enfrentar la creciente inseguridad.¿Cómo alinear en ese tiempo a las autoridades civiles y a la sociedad para alcanzar este propósito, cuando a fuerza de concentrar poder ya ni siquiera los alcaldes del propio movimiento gubernamental se sienten corresponsables en una lucha que, para tener éxito, debiera ser asumida por todos? ¿Y cómo alinear en esa lucha a la fuerza pública (policías y militares), fiscales y jueces, cuando los constantes forcejeos entre las instituciones han terminado por galvanizar la desconfianza de la ciudadanía? A la luz de los hechos judiciales en torno al 30-S, es fácil concluir que la politización de la justicia no solo está jugando contra el Gobierno y la oposición, sino contra la sociedad.

En cuanto a la conducta política desde el poder, se sigue privilegiando la confrontación. En estos días el país ha visto el montaje de una teoría de la conspiración política contra organismos no gubernamentales que tienen proyectos financiados por la USAID, cuando el mismo Estado, y no solo en este Gobierno, ha recibido y sigue recibiendo permanente apoyo de esa agencia estadounidense.

Asimismo, se quiere deslegitimar a una encuestadora que señala cifras diametralmente opuestas a las de la encuestadora oficial. Por razones estrictamente políticas, se acusa de manipulación a quien da cifras inconvenientes, pero se olvidan los errores públicos y flagrantes del proveedor de cifras convenientes. Si el Gobierno sigue optando por el conflicto para controlar a sus "enemigos"; si no logra cerrar -o al menos bajarle el perfil- al ya demasiado largo y desgastante capítulo del 30-S; si no reestructura el equipo ministerial encargado de enfrentar al delito organizado y común, habrá un solo ganador.

Y cuando se cumplan los plazos políticos que él mismo ha trazado, el Gobierno puede aparecer como perdedor, y arrastrará en su derrota a todo el país.

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