Nunca sabemos dónde respira un halo de luz que ilumine lo que vivimos a diario, lo que sentimos frente a la realidad, lo que ocurre alrededor de nosotros y nos desconcierta. Me acaba de suceder al leer al afgano Atiq Rahimi, exilado en Francia, donde se convirtió en escritor, cineasta y fotógrafo.
Hijo de una familia acomodada (su padre fue gobernador en años de la monarquía), estudió en el liceo Francés de Kabul y Literatura en la universidad. Eran tiempos diferentes, cuando la mujer tenía otro lugar dentro de la sociedad. Primero llegaron los soviéticos y después los talibanes, y el país se fue por el despeñadero. Rahimi escapó a Pakistán en 1984 y se asiló en Francia. En La Sorbona estudió comunicación audiovisual. Rahimi publicó recientemente ‘Maldito sea Dostoievski’, traducido al español por Siruela. Bajo la influencia del autor de ‘Crimen y castigo’, y la impronta literaria de Raskólnikov, su héroe torturado, Rahimi construye una figura trágica contemporánea, Rasul. Como Raskólnikov, Rasul comete un crimen. En el caso del afgano, desea castigar a una anciana por el destino al que ha condenado a su novia Sufia. El crimen le permitirá también robar dinero para su propia familia y la de su prometida. Pero Rasul mata el tigre y no puede con la piel. Los remordimientos lo acosan. Su paradoja es curiosa: lo asaltan los demonios de la culpa, pero comprende que no es casual que sus actos ocurran en una guerra civil, cuando todos los valores parecen desvanecerse.
Rasul asume su destino y quiere entregarse a la Policía. Desea pagar su culpa. Lo curioso es que nadie está interesado en su caso. Es complicado castigar a una persona cuando todos son culpables de alguna manera de lo que le ocurre a un país. Para procesarlo habría que juzgar a la nación entera.
Atiq Rahimi es un caso singular en la cultura. Escribe novelas y tiene éxito. La piedra de la paciencia, que es una pieza excepcional, obtuvo el Premio Goncourt en Francia.
Pero no solo las piensa, las trabaja y las publica, sino que las convierte en películas. Así hizo con ‘La piedra de la paciencia’. Una amiga poeta de 25 años, Nadia Anjuman, asesinada por su marido. A ella le dedicó su libro como protesta por un acto irracional.
Le preocupa el destino del ser humano. Piensa que hay circunstancias específicas para desencadenar ciertas situaciones violentas. Recuerda a Zidane. Se pregunta qué dramaturgo hubiera imaginado una realidad como la suya, cuando de ser un hombre pacífico se dio vuelta y le metió un cabezazo a su rival. Si se escribe, no se cree.
Como siempre la realidad está por encima de la ficción. Y lo que le llama la atención a Rahimi son esas experiencias que sacan a pasear a la bestia que tienen los hombres dentro. “De eso habló Shakespeare hace mucho tiempo”.
Rahimi le otorga notable importancia al sexo en ‘La piedra de la paciencia’, define la relación entre el hombre y la mujer de la historia. Sabe que el lenguaje tiene doble filo, como buen profesor de literatura que devino en escritor.