Indignante, ajena a toda disposición legal, la revocatoria de la visa de la ciudadana Manuela Picq. Su delito consiste en estar junto a su compañero, un dirigente indígena, opositor a Correa.
Este gobierno sigue creyendo que los ecuatorianos somos tontos de capirote. Los argumentos expuestos en el parte suscrito por algún policía que, por “obediencia debida”, dice que la señora agredió de palabra y obra a esos “indefensos” policías.
Parte mentiroso si se compara con lo que se vio en el video “colgado” en la página web de Diario EL COMERCIO, sobre la forma que fue detenida esta mujer: un piquete de “valientes” policías arrastrando a una “forajida” por el hecho de asistir a una manifestación.
Los extranjeros que participan activamente en este gobierno, me imagino sin ningún tipo de visa, pero con la custodia de los jeques de la revolución ciudadana y con la alcahuetería de los funcionarios de este gobierno, pueden intervenir en cualquier manifestación, escribir leyes que destrozan al Ecuador, ser funcionarios públicos e imponer doctrinas foráneas en una paisito que defiende lo nacional (¡contrasentido de este grupúsculo de dirigentes políticos!). Estos tienen la bendición del Presidente y eso es suficiente.
Pero a una señora que está acogida a la Ley de Extranjería, que prevé que pueden obtener una visa de no inmigrante, por tiempo definido, aquellos extranjeros asistidos “por organismos nacionales constituidos legalmente para desarrollar programas de intercambio cultural”, hay que echarlos del país.
No hay ningún fundamento para cancelar la visa de Picq, tanto es así que el oficio suscrito por Coordinador Zona 9 de la Unidad de Migración, no contiene sustento legal para ello.
Pero había que causar daño.
Había que actuar, como dicen los españoles, “de mala leche”.
Ni la Ley de Extranjería ni su Reglamento, prevén como causal para retirar un visado el que a funcionarios públicos del círculo íntimo del Presidente, se le “dé la regalada gana”.
¡Ya basta! El pueblo, por estos atropellos, sale a las calles a protestar contra esta gente que ha hecho uso y abuso del poder y de los recursos del Estado.
Los de la revolución ciudadana que proclaman en voz alta sus principios cristianos, y se aproximan al papa Francisco para ganar votos, parece que han leído mal el evangelio.
En los días de protestas la Policía, golpeó la otra mejilla una vez que había golpeado la primera (de modo figurado).
Se han ensañado en contra de las mujeres, que en vez de respetarlas, no solo las maltratan de obra, sino también de palabra (“gordita horrorosa”, por ejemplo).
¡Qué bajo ha caído la gente que gobierna, haciendo mal uso de los bienes del Estado, y atacando a todo aquel que discrepa de sus prácticas y de sus mentiras!
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