Majunches los que creímos que otro camino era posible. A Chávez hay que reconocerle un mérito: tiene la capacidad de sorprendernos. Luego de que a mitad del domingo, muchos creyeron que se había abierto una vía alternativa para Venezuela, Chávez se alzó con una cómoda victoria, que nos dejó callados. Las caras de euforia de los caprilistas se vieron frustradas y la ficción de un triunfo que apenas duró un par de horas se diluyó entre las camisas rojas que ya tenían toda la pirotecnia lista para inaugurar la nueva sacralización del líder.
Luego de 14 años en el poder, Chávez muestra nuevamente que tiene dominio del proceso, y que es capaz de dejar sin piso a todos los optimistas ingenuos (entre los que me ubiqué luego de mirar un par de exit polls que circulaban en la web) que pensaron que había llegado el momento de Capriles – así como lo puso Vargas Llosa en su artículo de El País.
Chávez aún tiene gasolina política para rato, pues una diferencia de más de 10 puntos sobre su rival – si bien implica un deterioro de su apoyo – es una ganancia cómoda, incluso porque se preveía que el margen sería mucho más estrecho. Sin embargo, si bien el chavismo ha recibido una nueva ratificación plebiscitaria de su mandato que aspira a ser de 30 años, la salud del Presidente podría ser su mayor cortapisa. El Chávez del 2012, no fue ni de lejos, el campañero de años pasados. Tuvo mucho menos capacidad de movilización y su presencia se limitó sobre todo en los medios. Eso abre la pregunta acerca de su horizonte de permanencia.
El mensaje político, sin embargo, es contundente para quienes pensaban que la izquierda bolivarianista inspirada en Fidel Castro, estaba en franco retiro. La reelección de Hugo Chávez es una confirmación, de que esta sigue vigorosa y que el proyecto aún tiene esperanza de vida – al menos hasta que el precio del petróleo y la salud así lo determinen -.
Ahora para Venezuela, el escenario se mantiene sombrío. El liderazgo construido por Henrique Capriles, si bien fue impecable, podría terminar siendo insuficiente para mantener cohesionada a la oposición en el mediano plazo, pues en las derrotas, pocas unidades se mantienen férreas. Tampoco hay que tenerle fe a los llamados conciliatorios de quien jamás ha gobernado para la paz democrática. Este país está hoy más polarizado que nunca, con sus instituciones chavetizadas y con dos visiones contrapuestas de la realidad.
Además para alguien que conoce – si es que la enfermedad no ha sido una gran fábula electoral inventada por alguna mente siniestra – la limitación de su propia existencia, la cuenta regresiva podría ser la invitación perfecta para radicalizar su proyecto en vista del panorama finito de su propia vida. ¡La majunche realidad!