Es justo ser gratos con alguien que dedicó su vida a la formación de por lo menos tres generaciones de jóvenes, tanto en el Colegio San Gabriel, como en las universidades Central y Católica, que salieron con la solvencia necesaria para encarar los retos profesionales de la ingeniería civil.
A Carlos Echeverría Rodríguez, quien acaba de morir, le debemos mucho de lo que hemos sido generaciones de ingenieros civiles de ambas universidades. Este es un justo homenaje de gratitud de quienes recibimos sabias enseñanzas, que con dedicación nos entregó este dedicado maestro.
¿Quién no va a recordar la exigencia y versatilidad del ‘Oreja Negra’?, como lo llamábamos sus discípulos, los trabajos y deberes que eran largos y abundantes a fin de que aprendiéramos.
Con el tiempo se valoran esas exigencias. No nos queda sino inclinarnos reverentes ante su tumba para decirle gracias. Fue misión cumplida. Hasta siempre, maestro.