Enfurecidos por la derrota del Real Madrid con el Maccabi de Tel Aviv en la final del principal torneo europeo de basquetbol, unos 18 000 españoles escribieron mensajes antisemitas en sus cuentas de Twitter. Un mes antes, un aficionado le aventó un plátano al defensa brasileño del Barcelona Danny Alves. Él respondió dándole una mordida al plátano e inspirando a otros atletas famosos a solidarizarse con él recitando el lema ‘Somos todos macacos’.
Y mientras esto sucedía en España, en Estados Unidos las declaraciones del dueño del equipo de basquetbol Clippers de Los Ángeles provocaban una condena universal. En una conversación grabada por la novia del octogenario Donald Sterling, este le reclamaba que invitara a sus amigos negros a los partidos y que sus fotografías con atletas negros famosos aparecieran en los medios sociales.
Pero no vaya usted a pensar que la intolerancia prospera solo en estos países. En Pakistán intentaron asesinar a una joven llamada Malala porque asistía a la escuela y soñaba con tener los mismos derechos que los hombres.
En Líbano, Pakistán e Iraq, suníes y chiitas se matan en guerra fratricida. En Egipto, Guinea Bissau y el Congo, casi la mitad de la población ve a los cristianos como antagonistas. En los territorios palestinos y en Afganistán, cuatro de cada 10 personas justifican los bombardeos.
En América Latina, el panorama antisemítico no es alentador. En Panamá, según una encuesta de la Liga Antidifamación, más de la mitad de la población adulta tiene actitudes antisemitas y piensa que los judíos son más leales a Israel que a Panamá. En Colombia y República Dominicana, cuatro de cada 10 tienen sentimientos antisemitas; en Venezuela, tres de cada 10 y en México, dos y fracción.
Habría que destacar, sin embargo, la ausencia de incidentes antisemitas en cualquiera de estos países, no así en Estados Unidos, donde el sentimiento antisemita es mucho menor
–no llega a uno de cada 10–, pero donde sí se han dado incidentes violentos contra judíos.
El mundo está lleno de individuos solitarios, miedosos y a menudo violentos, que sienten, piensan y actúan así porque responden a una enredada visión del mundo, en la que se entremezclan la historia, la naturaleza humana, la sociedad y los valores o prejuicios individuales.
En casi todo el mundo hay leyes que castigan los prejuicios y la discriminación, pero nada pueden hacer para erradicar la mentalidad que sostiene a los intolerantes.
Es inadmisible justificar el prejuicio ajeno alegando que todos somos prejuiciados, como hizo Mark Cuban, otro dueño de un equipo de basquetbol, al argumentar que si veía en la calle a un niño negro con chamarra con capucha en la noche se cruzaría a la otra banqueta. Inconscientemente, Cuban trajo a la memoria la muerte de Trayvon Martin, un joven negro asesinado por un vigilante con los mismos prejuicios que él.