Las luces del alba

Poniéndome en el plan de dejar de lado la codicia y la perversidad que pudieron haber guiado nuestros pasos, como en cualquier lugar del mundo, cada vez que lo pienso me resulta más evidente que somos pueblos que llevamos apenas 500 años de una lucha feroz entre la civilización y la barbarie, entre la simpleza y la ingenuidad del hombre primitivo y las complejidades del pensamiento humano evolucionado. De ahí que son como luces del alba esos juicios, esas decisiones políticas que nos permiten vislumbrar caminos y otear horizontes por nuestros propios ojos.

Luces del alba: la victimología que tanto hemos cultivado no explica el hecho de que nos rehusemos a aumentar nuestros gastos en innovación, a cobrarles impuestos proporcionales a los ricos, a graduar profesionales en ingenierías y ciencias exactas, a promover la competencia, a construir la infraestructura que no hemos construido en los últimos 200 años, a brindar seguridad jurídica a empresarios e inversionistas, a respetar la libertad de expresión (O. Arias, ex presidente de Costa Rica).

Luces del alba: el desarrollo de los acontecimientos, cuando la invasión a Libia, nos dio la razón. Hoy hay pruebas de que no era exclusivamente una misión para proteger civiles lo que se tenía en mente; era otro tipo de agenda. No es posible defender una iniciativa militar cuando lo que se tiene en mente es un cambio de régimen. La posición asumida por Brasil fue de una gran respetabilidad. No hay que sucumbir a la ideología que sostiene que la paz se garantiza por medios militares. Hay que luchar contra esa ideología (Antonio Patriota, canciller brasileño).

Sí, luces del alba: el empeño de los presidentes socialistas brasileños por llegar a la justicia social bajo el imperio de la ley, con la educación, el empleo y la prosperidad económica para todos, alejándoles del poder a los corrompidos y corruptores.

Sí, luces del alba: los miles de jóvenes profesionales ecuatorianos que son enviados para que realicen estudios de posgrado en el exterior y gocen de sueño tranquilo para que rindan con becas completas proporcionadas por el Estado.

Las luces del alba no se compadecen con retomar saberes ancestrales que fueron liquidados por los conocimientos científicos y las tecnologías modernas. Tampoco con aprender quichua, lengua arcaica, ante el imperativo de hablar y escribir bien el español y otro idioma también moderno, como el inglés. Si el sumak kawsay -el buen vivir- es como volver al paraíso, iniciar el aprendizaje en el árbol del bien y del mal, las luces del alba serán apenas destellos que no lograrán iluminar ningún camino. Los iberoamericanos ya no estamos para revoluciones ni tampo-co para empeñarnos en utopías. Cansados también de ser comparsas en aventuras internacionales que apuntan a intereses que no son los nuestros.

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