La ‘guerra sucia’ en América Latina es un término cruel y de horrenda memoria. Sin perjuicio de otros antecedentes, fue acunado para explicar la situación que se dio en el Cono Sur entre las prácticas terroristas de grupos insurgentes y el horror que desataron militares encaramados en el poder para restaurar el orden y la seguridad bajo la impronta de la desaparición y la tortura. Bajo esa cuna de sangre y dolor, el término se generalizó hacia todo tipo de práctica que atente y transgreda por medios ilegales y antiéticos para alcanzar objetivos políticos, incluidos los de urgida prisa electoral.
En este contexto, hay que analizar el caso de las vallas que se instalaron en las vías a la Costa del país, antes del feriado, viveza de los asesores criollos para englobar en las crisis, errores y desafueros del pasado, a candidatos presidenciales que se han atrevido a desafiar la continuidad del poder.
Es difícil que tal desatino haya sido autorizado por el candidato presidente; por el contrario, parece típico de áulicos desesperados por agradar con la sorpresa a quien conduce el poder. Por eso, tuvieron que ser retiradas, dejando una clara lección a los actores políticos y sociales: la resistencia solo es válida cuando es inclaudicable la protesta y la repulsa sistemática.
Pero al margen de las controvertidas vallas, que pudieran ser replicadas con igual perversidad si se instalaran similares del homenaje en el Hotel Quito, los presos en Italia por actos cometidos por ‘inocentes’ en el Ecuador o los abrazos con el líder iraní en Carondelet, existen detalles legales que deben ser aclarados para ir pisando en piedras seguras en el pantanoso escenario electoral que se avecina.
La ruta de las preguntas elementales señala: ¿puede cualquier ciudadano instalar una valla en un terreno público? ¿Necesita de un permiso nacional o local? En el caso de las provincias del Guayas o Santa Elena, ¿la dieron las prefecturas gobiernistas que las conducen? ¿La instalación tuvo la autorización del Consejo Nacional Electoral, tan prolijo en los gastos de los candidatos no oficiales?
Si son positivas las respuestas, la guerra sucia, ha empezado y el futuro va a estar saturado de los efluvios de un denso estercolero. Por eso, siguiendo la praxis del asilado Assange, vamos a tener la oportunidad de conocer, por las rendijas, los entuertos del poder y de quienes aspiran a detentarlo. A pesar de los rigores estalinistas y gobiernistas del control electoral, es una disputa sin árbitros y con “barras bravas”.
En la campaña entre Frei y Allende, en el fragor de la Guerra Fría, hubo una propaganda creativa y maniquea. En el Mundial de 1962, Chile derrotó a la Unión Soviética en su tránsito hacia el tercer escalón de la contienda. Fue entonces cuando apareció un impreso con una fotografía, con fondo de la bandera de Eduardo Frei Montalva: Chile 2, URSS 1. ¿Sutiles, o torpes, como los nuestros?