La marcha de los trabajadores y las organizaciones sociales vuelven a ser, como antes, “desestabilizadoras” y vuelven a ser el enemigo natural del Gobierno.
Se repiten las mismas frases en los carteles de los manifestantes y las mismas respuestas en el Gobierno. Volvemos a los ritos. El Movimiento Popular Democrático, aunque ya no existe, vuelve a ser acusado de las marchas de los estudiantes y las confrontaciones con la Policía. El MPD, para continuar el rito, volverá a recoger firmas para recalificarse como partido político y todo volverá a ser como antes.
Parece que hasta aquí llegó la Revolución Ciudadana.
El Ministerio de Relaciones Laborales volverá a ser Ministerio del Trabajo y la estabilidad laboral volverá a ser el tema. Según el Ministro del ramo el derecho no es a la indemnización sino al trabajo, con lo cual los trabajadores deben ser contratados para siempre. Y sin embargo, el Gobierno, incluyendo el Ministerio del Trabajo, tiene a un gran número de empleados públicos colgados de la brocha de contratos anuales.
El Gobierno popular se ha distanciado de todos: de las organizaciones de trabajadores, del movimiento indígena, de las organizaciones no gubernamentales, de los estudiantes, de la academia, de los transportistas, de los municipios grandes, de los medios de comunicación, de los ecologistas. Ya solo le van quedando los mismos de siempre. Los buses que traen y llevan a los partidarios van disminuyendo y se reduce también la devoción de los seguidores. El Gobierno ya no es de derecha ni de izquierda, vuelve a declararse de centro, como siempre, porque “la izquierda radical es la mejor aliada de la derecha y la más conservadora”.
El discurso también se va pareciendo al de siempre. Los impuestos no son malos, Ecuador es de los países que menos impuestos tiene, los municipios viven de las asignaciones del Gobierno central, los créditos del Banco Mundial son buenos, son necesarios los acuerdos comerciales, hay que explotar el petróleo y los recursos naturales. Los mitos políticos son igualmente los de siempre: la revisión de tarifas del transporte y los precios del gas. Vuelve a ser todo como antes porque el dinero es escaso, como antes. Declinan los precios del petróleo, no se incrementa la recaudación tributaria, no suben las remesas de los migrantes, no hay más préstamos de China y no hay inversión extranjera.
El Gobierno que solía ocuparse de todo, empieza a pedir a los municipios que asuman más competencias y empezará a buscar dónde recortar gastos, a establecer prioridades, a disgustar a los que creían que la generosidad duraría 300 años. Para las próximas elecciones quedan todavía tres años y cabe preguntarse si tres años son mucho tiempo o poco tiempo. La respuesta es fácil: poco tiempo en época de bonanza; mucho tiempo en época de penuria y correrá mucha agua bajo el puente.
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