Un aire de esperanza y optimismo se respira en Colombia y América Latina. Al menos eso es lo que podemos colegir luego de escuchar el discurso de posesión y ser testigos de las primeras acciones del flamante presidente de Colombia, Juan Manuel Santos.
Para sorpresa de muchos, el nuevo Presidente ha dado un giro importante en relación al régimen de Álvaro Uribe. Ha hablado de ‘unidad nacional’, de dar prioridad a la reactivación económica y la generación de empleo, así como de mejorar las relaciones con Ecuador y Venezuela.
La tesis uribista de la ‘Seguridad democrática’ no va más. Santos ha hablado de que existen otras prioridades y que la esencia de sus futuras acciones se resume en la propuesta de ‘Prosperidad democrática’. Esto tiene que ver con uno de los problemas más acuciantes que tiene actualmente Colombia: el desempleo. Pese a tener un índice de crecimiento del 3,5 % y recibir cada año ingentes recursos de la venta y exportación de petróleo, carbón y otros minerales, el desempleo bordea el 12,6%, uno de los más altos de América Latina.
Una de las metas de Santos será bajar la tasa de desempleo al 9% hasta el 2014 a través de la creación de 2,5 millones de plazas de trabajo, buscar la formalización de 500 mil puestos que hoy son informales, promover inversión extranjera y emprendimiento interno.
A más de la agenda interna, Santos tiene el reto de mejorar las relaciones con los países vecinos y posicionar nuevamente a Colombia en la región. En esto, el legado de Uribe es desastroso. No solo me refiero al deterioro de las relaciones con Ecuador y Venezuela sino también al aislamiento y autoclausura que optó Colombia por no seguir una política autónoma e independiente. Es compresible hasta cierto punto el alineamiento con los Estados Unidos, sin embargo, esto no debería darse a costa del proceso de integración regional y de las buenas relaciones que deberían existir entre los países de la región.
La llegada de Santos, en este sentido, ha sido positiva. Ha hablado de restablecer las relaciones con Ecuador y Venezuela en un marco de confianza y respeto de las diferencias, privilegiando la diplomacia y la prudencia. Las conversaciones con el presidente Rafael Correa el día de su posesión, así como el encuentro con el presidente venezolano Hugo Chávez en Santa Marta son loables.
En lo que respecta al Ecuador, es importante que en este nuevo escenario de las relaciones con Colombia se diseñe una agenda conjunta de cooperación. No olvidemos que la lucha contra la pobreza y la desigualdad social, los problemas de inseguridad, migración, intercambio comercial y desarrollo económico son una prioridad para ambos países.