Cuatro son los camélidos sudamericanos andinos: la llama, la alpaca, la vicuña y el huanaco. Los dos primeros domesticados hace más de cuatro mil años por el pueblo que llegó a crear el Imperio de los Incas. Vicuñas y huanacos permanecieron en estado silvestre.
Optimista como soy, me digo que ya se verá cómo en la Ciudad del Conocimiento, Yachay, se desarrollarán las estrategias para que nuestros páramos vuelvan a ser escenario de inmensos rebaños de llamas, cuya lana abastezca una producción textil importante, sea fuente de alimentos proteicos, como capítulo del cambio de la matriz productiva en la que nos hallamos empeñados.
Las llamas fueron introducidas en el espacio andino ecuatoriano actual apenas 50 años antes de la llegada de los españoles. Las llamingas (las llamas traídas por los Incas), como se las denominó, y así las conocía yo, se multiplicaron en forma portentosa. Pastos inmejorables y alumnos aprovechados de los maestros que vinieron del Sur y sabían todo de la crianza de esos ganados, obraron prodigios. Cuando el Cronista de Indias, insuperable por objetivo, Pedro Cieza de León (1553) cruzó los Andes en su viaje hacia el Cusco, halló en las faldas del Chimborazo “inmensos rebaños” de llamas e “inmensos aposentos” en Luisa y Mocha, los que a mi juicio formaban parte de un sistema operativo de desarrollo pecuario. Es también de Cieza de León este comentario: “Estas ovejas (las llamas) digo que es uno de los excelentes animales que Dios creó. La majestad divina tuvo cuidado de criar este ganado para que las gentes pudieran vivir y sustentarse. Porque por vía ninguna estos indios pudieran pasar la vida si no tuvieran de este ganado”. Según William Franklin (1982), biólogo especialista en camélidos, “las últimas décadas han sido el comienzo de una nueva era en el interés científico por los camélidos sudamericanos, y el reconocimiento del papel vital que ha significado la domesticación de la llama y la alpaca para los pueblos andinos”, “los camélidos sudamericanos son la fuente más importante y estratégica para el hombre. Su fuerza como animal de carga, su carne, su lana y sus excrementos combustibles han sido una indispensable y efectiva forma de usar la tierra y explotar los recursos de un hábitat formidable”.
Poco dados a valorar las cosas de América, los españoles. La merma de las ganaderías de altura se produjo en toda la región andina. Las llamingas prácticamente desaparecieron de nuestro territorio. Las especies introducidas -ovejas y ganado bovino-, no lograron adaptarse al páramo, degeneraron. Además, produjeron un desastre ecológico: a diferencia de las llamas, carecen de cojinetes en sus patas posteriores, no tienen incisivos superiores, su majada prácticamente no se descompone. Por donde van, manchas de tierra estéril delatan su presencia.