La elección de Néstor Kirchner como secretario de Unasur requiere un análisis de los motivos políticos de tal decisión.
El ungido es ex Presidente de la República de Argentina, cónyuge de la actual Presidenta, miembro del Senado y precandidato a la primera magistratura en el inmediato período. Qué diferencia con los ecuatorianos Galo Plaza y Rodrigo Borja que fueron nominados para funciones continentales -OEA y Unasur- cuando estaban al margen de las actividades políticas de su país.
Desde otro ángulo, la hoja de vida del político argentino y la función para la que ha sido elegido puede merecer viarias respuestas coyunturales y percepciones más contextuales y globales.
En el primer caso se dirá que Unasur es un organismo que no logra superar ‘el limbo’. Ese término, desde el juicio al Fiscal General, ha sido incorporado al diccionario político del Ecuador y en el fondo significa: ‘nada’; mucho menos, que en la teología católica antes de ser suprimido por aburrimiento o falta de feligreses.
Por eso el nombramiento para conducir Unasur, antecedido de la fragilidad de la entidad y la polémica ubicación política del elegido, solo repite sin autorización el título de ‘crónica de una muerte anunciada’.
Una segunda interpretación más analítica es que respondió a una jugada estratégica de los países de la Alba, liderada por Ecuador, que aprovechó la coyuntura para fortalecer desde el exterior a la entidad a la que solo le falta desconectarle los tubos después de la crisis de Honduras. Explicable la hipótesis, pero lamentable que se irrespete el futuro del pueblo argentino que, como el ecuatoriano, tiene derecho a un futuro institucional democrático.
Lo que sí merece reparos -liviandad significa que baila como una pluma – es la actitud de Chile, Perú y Colombia. El caso de Brasil es diferente.
Los primeros son gobernados por presidentes de la derecha contemporánea en América Latina que respetan la democracia formal, creen en una política social moderna y, además, fundamentan su desarrollo en la integración a la economía mundial. Por eso, su aporte a la elección es una mezcla de sorna y la poca factibilidad que le otorgan a este proyecto de integración.
Brasil es un caso aparte. Fue el país que promovió la fundación de la entidad, que goza de la solvencia diplomática de su Cancillería, Itamaraty y que, solo por algún interés particular en la nación que conduce el matrimonio Kirchner, no trabó el consenso para la nominación y así aportar a la reelección de su vecino.
En este entorno si se requiere una mayor comprensión de la situación argentina debe leerse el artículo de Walter Spurrier que fue publicado el pasado martes.
Sin duda, vuelve a resonar a nivel continental el estribillo de: “Con Evita capitana y Perón mi general’”.