El mundo de la literatura no llora por la muerte de José Saramago; celebra su vida, que fue próvida y prolífica, porque en sus 87 años largos de permanencia en los aposentos y en los esplendores de la Tierra fue testigo de los diferentes rostros de la luz que emergen del espíritu de los seres humanos: pudo ver la codicia del mal y la lucidez del bien. Las atrocidades de la guerra y las generosidades de la paz. Los exabruptos de las dictaduras y las responsabilidades de la democracia.
Como hombre librepensador y humanista, indaga los orígenes y las etiologías de los comportamientos y las desigualdades sociales y reconoce que no tenía poder para cambiar el mundo, pero sí para decir que era necesario cambiarlo. Era una persona de firmes convicciones; su esposa, la periodista española Pilar del Río, lo definió como “un hombre de una sola palabra, de una sola pieza, capaz de estar al lado de los que sufren y en contra de los que hacen sufrir”. Este perfil de humanista es una constante en su extensa y reconocida obra literaria, que lo hizo merecedor del Premio Nobel en 1998. Y de sus novelas solía decir: “No he inventado nada, solo soy alguien que, al escribir, se limita a levantar una piedra y a poner la vista en lo que hay debajo. No es culpa mía si, de vez en cuando, me salen monstruos”.
José Saramago es considerado uno de los escritores más originales del siglo XX. Hernán Lara Zavala, su primer editor en México, en 1992, asegura que muchos lo llamaron “conciencia moral del mundo y un comunista convencido”. “Nunca claudicó de sus principios éticos, fue un luchador social, un gran novelista y uno de los más merecidos premios Nobel; eso no evitaba que a veces también tuviera algunos desatinos”.
Un escritor con compromiso social. Igual defendió a los secuestrados en Colombia que los familiares de desaparecidos en Argentina, Saramago mantuvo firme su apoyo a los indígenas de Chiapas, en México. La escritora colombiana Laura Restrepo hizo esta referencia: “Saramago vive como escribe, tan lúcido e íntegro en sus libros como en los días de su vida”.
El crítico literario peruano Julio Ortega lo definió como un gran personaje de la literatura y de la política mundial: “José Saramago tuvo el corazón en el lugar debido, dio batallas de amor perdidas a favor de los pobres, la democratización y la justicia”. El escritor mexicano Fernando del Paso reconoció que todas sus obras le habían “deslumbrado” y dijo: “Saramago me interesa mucho por la posición independiente y agnóstica que siempre tuvo y su valor como un auténtico librepensador en una época en que se recrudecen algunos fundamentalismos”.
En la Universidad Autónoma de México habló de derechos humanos: “¿En qué estado se encuentran los derechos humanos en el mundo?”.