@GFMABest
El pretendido impuesto a la plusvalía y a las herencias ha detonado una protesta social que, por su nivel de intensidad, refleja que el descontento de importantes sectores del país –especialmente de la clase media– ha llegado a niveles alarmantes.
Este hecho puede verse como una suerte de ‘despertar cívico’ que miles de ecuatorianos han experimentado tras casi una década de autoritarismo y demagogia económica.
Las protestas que hemos visto estos días han sido protagonizadas por ciudadanos de a pie que, de forma súbita y espontánea, decidieron finalmente romper su largo silencio.
Esa espontaneidad trae, sin embargo, el riesgo de que este legítimo descontento social solo produzca más crispación y ningún cambio de fondo en la agenda económica y política del país. Eso ocurre cuando los líderes de la sociedad y, sobre todo, del Gobierno no toman a las protestas como una oportunidad para dialogar y consensuar.
Cuando las protestas no terminan en diálogos ni en consensos, las posiciones de ambos bandos se polarizan, empeorando aún más el estado de cosas del país.
Típicamente, los gobiernos autoritarios –como el que tenemos ahora– recurren a la ideología para defender su gestión y tratan de deslegitimar a los sectores de oposición, acusándoles de conspiración o de servir a los intereses de los ricos o incluso de la CIA…
Por su parte, los sectores de oposición solo atinan a aglutinarse en torno a un solo objetivo –que puede ser tan nocivo como la ceguera ideológica– que es tumbar al Gobierno. Esto ocurre, sobre todo, cuando no hay liderazgos claros que puedan conducir el descontento social hacia resultados constructivos.
En el caso ecuatoriano, creo que el “Fuera Correa fuera” –que se ha convertido en la divisa principal de la protesta– debería cambiar por algo así como “Dialoga Correa dialoga”.
Durante ese diálogo, que ojalá se produzca, las autoridades deberían explicar a los ciudadanos la situación real de las finanzas públicas del país y someter a debate las medidas de fondo que se requieren para salir del aprieto en el que estamos.
Por nuestra parte, los ecuatorianos debemos entender que el modelo económico de este Gobierno ha tocado fondo y que la prosperidad ficticia que vivimos estos años ya no volverá. Esto significa que habrá un costo económico y social que deberemos asumir y que deberá ser distribuido de forma equitativa y protegiendo a los más vulnerables.
Seguramente la mayoría de quienes ahora protestan votó, en su momento, por Rafael Correa. Tal vez muchos no criticaron, sino hasta ahora, el despilfarro de los recursos públicos.
Que esta sea entonces una oportunidad para que los ecuatorianos experimentemos un verdadero ‘despertar cívico’ y nunca más seamos seducidos por proyectos populistas ni autoritarios.