No me curo de espanto. Leo algo que lo considero inapropiado y me viene un repelús incontrolable. A Rumiñahui (en quichua: rumi, piedra; ñahui, ojo), se le asignaba tal apelativo, según el decir de los escribidores, porque su mirada imponía pues era dura como la piedra, y así otras linduras. El Gral. quiteño era tuerto y se ponía una piedra (¿una esmeralda?) en la hueca cavidad ocular.
En cuanto al runasimi, la lengua de los hombres, en Perú y Bolivia es el quechua (o kechua) y en nuestro país el quichua o (kichua) con algunas variantes de menor importancia. De un tiempo a esta parte se habla del kichwa, a partir de cuando, creo yo, alguien oyó de un “chaupi lengua” pronunciarlo de tal modo. Quedamos pocos los que nos referimos al quichua (kichua). El cambio de la pronunciación bien pudo iniciarlo uno de aquellos que inventarían el trueno para definir mejor nuestra identidad. Eso de quichua sonaba muy de origen cusqueño.
Hace pocos días una historiadora (así se calificaba), ecuatoriana residente en Estados Unidos, nos salió con una novedad: Cotopaxi, el volcán, significaba “cuello de luna” (!). Desde cuando a finales del siglo XVI el P. González Holguín publicó su “Vocabulario de la Lengua General de todo el Perú llamada Quechua o del Inca”, se sabe que coto significa protuberancia y paxi, brillante. Cotopaxi: montaña brillante, muy apropiada denominación. La palabra coto con varias acepciones. Una de ellas bocio,agrandamiento de la tiroides. Por Cordero Palacios sabemos que en lengua cañari existe la palabra “cotocunga”, coto en el cuello, es decir bocio, “papera” en el castellano antiguo. Los toponímicos en los que coto tiene el significado de elevación, de montaña, abundan: yanacoto, montaña negra; cununcoto, loma abrigada, caliente.
Como todo es de esperarse, estoy al borde del pánico por si algún disparatado nos salte con que los vikingos llegaron a Santo Domingo de los Tsáchilas antes que los españoles. En algunos de los innumerables reportajes que ha publicado EL COMERCIO sobre dicha etnia se ven mujeres y hombres con el cabello rubio, que no es el ‘colorado’ producido por el achiote que se ponen. Como abundando, en foto aparte, se ve a un niño con una pinta muy de nórdico. Según se sabe a mitad del siglo pasado llegaron a Santo Domingo de los Colorados unos jóvenes germanos aventureros. Decidieron perennizarse mezclándose con las indias. Lo lograron.
Desde luego que vamos superando esas chagrerías (no encuentro otro calificativo) de rechifla. Al presente a nadie se le ocurre que fueron cuatro cañonazos los que le desmembraron a Abdón Calderón. Con uno basta. Voló un brazo, con el otro continuó sosteniendo su bandera…. Hoy por hoy a nadie se le ocurre calificarle al Dr. Espejo de “duende inasible” o de “amauta redivivo”. Cada vez serán menos esas ligerezas desconcertantes.