La Rebelión del 30-S finalmente se está esclareciendo y dejando al descubierto la falacia de un planificado “Golpe de Estado Blando”, con el que se logró respaldo internacional ante la victimización de un gobierno autoritario que clamó apoyo.
Las investigaciones han dejado sin respuesta a la manipulación política con la que fueron embaucados gobernantes de diversos países, por manifestarse ingenuamente solidarios. Quedan muchos temas pendientes por solucionar, como son la violación de los derechos humanos, corrupción negada por supuesta “pérdida de memoria” de quienes cobraron siendo miembros de una comisión honorífica y especialmente porque hay probabilidad de que se haya cometido un acto de lesa humanidad con el rescate militar realizado, aparentemente por orden del mismo presidente de la República, sin que se haya reunido el Cosepe ante una situación de crisis nacional. Además de la investigación y aplicación de la ley, hay que aprender de los desastres, porque “dejar hacer y dejar pasar”, no resuelve los conflictos, ni es propio de un liderazgo inteligente.
La Rebelión del 30 S, se dio como rechazo a la ley de Servicio Público, que incluía a las FF.AA.. y Policía, pero la gota que derramó el vaso fue la eliminación de los bonos de condecoraciones y ascensos que era parte del proceso de homologación salarial implementado desde el 2006. Sin embargo el malestar del personal militar y policial, se dejo agravar hasta llegar a una rebelión, por la inadecuada gestión de este conflicto institucional por los ministerios de Defensa y del Interior.
La resolución quedó en manos del presidente de la República, quien se aprovecho de la situación para la maniobra política propagandística el “Día que triunfo la democracia”.
Luego de esta crisis innecesaria, el 5 de Octubre mediante decreto se reconoció el reclamo del personal militar y policial.
Según Kant, la inteligencia se mide por la cantidad de incertidumbre y confusión que se es capaz de dilucidar; por lo tanto, en otro tema más reciente, las declaraciones del ex presidente Correa acerca del atentado terrorista de San Lorenzo, al decir que “conocía los nombres” de quienes lo planificaron y alertaron a la población para que no haya víctimas, anula el manido argumento de la “revancha de grupos delictivos” como dijo el ministro de Defensa.
Con el Estado de Sitio decretado absurdamente sin autoridad responsable y el desatinado Comité de Seguridad Fronteriza, difícilmente se podrá esclarecer la palpable maniobra y quedará suelto el problema político y de seguridad. Liderazgo estratégico no es acomodarse a los intereses partidistas. Es pensar en el país, asumir con firmeza las decisiones y tener empatía para descubrir a quienes están en condiciones de compartir responsabilidades, en un gobierno que se dice “es de todos”.