Es difícil interpretar o aplicar experiencias pasadas para entender el momento cuando puede caer un sátrapa sanguinario y vitalicio o simplemente mantenerse en el poder. Existen algunas similitudes -nada más que eso- que pueden ayudar a entender la situación de Oriente Medio, aunque sean afectadas por una gran relatividad geográfica, histórica y política. Sin embargo, hay coincidencia en el tesón de pueblos que admitieron que jugaban su última carta, sin perjuicio de los resultados inmediatos de cada situación. Por ejemplo, es importante saber si las dictaduras están relacionadas con intereses mundiales, pues es un factor determinante para la precipitación de los tiranos al abismo de la historia. Estos casos se dieron en la Guerra Fría y sucedieron en América Latina y en los países de Europa del Este. En el caso de Budapest y Praga -1956 y 1968- luego de la insurrección se prorrogó la agonía, así como sucedió con los fracasos iniciales y las prolongadas batallas en la Cuba de Batista, la República Dominicana del Generalísimo o la Nicaragua de los Somoza. Fueron casos en los que las dictaduras del partido o los represores gobernantes, eran fichas claves de los ‘intereses superiores’, de las potencias mundiales. Pero los insurrectos sobrevivieron, triunfaron después de muchos años y hoy son parte de la historia universal de los héroes.
En el caso de Oriente Medio existe el petróleo y Occidente como -Razón de Estado o Seguridad Nacional- lo privilegia, aun en contra de sus ancestrales principios democráticos. Una lectora de El País de Madrid, Maruja Torres, el 10 de marzo expresó una lapidaria sentencia: “La guerra contra Gadafi la perdieron los rebeldes años atrás, cuando Occidente le cambió Pasado por Petróleo y abrió sus palacios a la Jaima del tirano y su bufonesca corte”.
Pero la historia, perezosa o intempestiva, toma su tiempo y es probable que esté registrando en esa rica y pobre zona del planeta, efectos de la modernización tecnológica del conocimiento por parte de su juventud y además, un fenómeno de secularización que separe más que a la Iglesia del Estado, a la religión de la demanda política.
En estas circunstancias, es necesario señalar hechos estratégicos inesperados en la geopolítica mundial. Se trata que Estados Unidos, de manera frontal, pidió la salida de Gadafi y movilizó a la emblemática Sexta Flota. Luego, Francia se sumó unilateralmente y la Unión Europea no ha podido desentenderse. Debe significar que además de los intereses pragmáticos de las grandes potencias, estas han interpretado que en el siglo XXI, la ausencia de libertad puede generar una violencia incontrolable en zonas que solo han conocido su independencia de las metrópolis, pero no de sus tiranos esquizofrénicos o monarquías autóctonas e imperecederas . Y eso, es gravísimo para los intereses estratégicos de los países del primer mundo.