¿Por qué resultó hasta fácil la elección de la Señora Canciller a la Presidencia de la Asamblea General de la ONU? Al parecer realizó una excelente campaña electoral, pero por bien concebida, financiada y ejecutada que sea una campaña electoral, si los electores no están buscando lo que una candidata representa, no es elegida. ¿Qué es lo que la Señora Canciller ofrecía, que resultó tan atractivo para tantos países del mundo?
Creo que la respuesta es evidente: la flamante Presidente de la Asamblea General encarna el anti-liberalismo. Sus alabanzas a los hermanos Castro, Hugo Chávez y Daniel Ortega, y su invariable apoyo al actual gobierno venezolano muestran con claridad que la Señora no cree en la democracia liberal, los derechos humanos, la economía de mercado, la libertad de pensamiento, de opinión y de prensa, ni en el derecho a la protesta. Nos dicen, al contrario, que la Señora cree en el autoritarismo, la imposición de ideas, la represión de las discrepancias, el desvergonzado populismo que mantiene ignorantes y esclavizados a los pueblos, y la comprobadamente equivocada idea de que el control por el Estado de la actividad económica es el solo camino a la prosperidad y el bienestar.
Y esas creencias y actitudes que la Señora nunca ocultó –al contrario, hizo gala de ellas- y que son esencialmente contrarias a todo lo que representa el pensamiento liberal, son las ideas con las cuales aparentemente comulga una importante mayoría de gobiernos y, por ende, de ciudadanos en el mundo.
Para quienes valoramos las libertades, los derechos individuales, la democracia liberal y la economía de mercado que es la única demostradamente capaz de generar riqueza, la elección de la Señora Canciller a la Presidencia de la Asamblea General de la ONU es un tremendo campanazo de alerta que viene a continuación de otros, incluido aquel que sonó estrepitosamente cuando otro populista autoritario, irrespetuoso de los derechos y las libertades, Donald Trump, fue elegido presidente de los Estados Unidos.
¿Cómo responder? Oigo voces a favor de darnos por vencidos, con el argumento de que el liberalismo y la democracia están en su crisis final. Alzo mi voz en contrario. Las ideas que defendemos los liberales son muy nuevas – poco más de 300 años de vigencia -menos del 2% de los más de 15 000 años de pensamiento humano. Durante más del 98 % previo de la historia de nuestra especie, las terribles ideas autoritarias eran las únicas.
Pero el futuro nos pertenece a quienes creemos en la libertad individual y en el derecho a que se respete la dignidad de todo ser humano. Debemos depurar nuestras consciencias, ver en qué estamos fallando como defensores de la libertad, y volvernos coherentes con ella en todo lo que pensamos, decimos y hacemos.
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