Luego de que la Constitución, a la que muchos le atribuían ser la más avanzada del mundo en materia de derechos, estableciera normas discriminatorias impidiendo a las parejas del mismo sexo casarse o adoptar, la legislación ecuatoriana ha convertido a la unión de hecho en un sucedáneo pobre del matrimonio, un placebo para mantener esta mascará de progresismo curuchupa.
Y al mismo tiempo ha cerrado cualquier posibilidad para que el derecho ecuatoriano reconozca a las familias, no solamente a las parejas formadas por personas del mismo sexo.
El movimiento de la diversidad sexual se entusiasmó, consideró a la eliminación del requisito de diferencia de sexos en las uniones de hecho como un triunfo, por fin podrían “jerarquizar” sus relaciones. Tantos años de negación de su existencia parecían cerca de terminar. Nadie había hecho tanto por sus derechos, no les importó que los mismos constituyentes aprobaran reglas que, de forma implícita, consideraba a las parejas del mismo sexo como peligrosas para la niñez y no dignas para contraer matrimonio.
Esperaban la reforma a la Ley del Registro Civil, de hecho la promovieron, veían en esto una oportunidad histórica para lograr algún avance adicional en la lucha por la igualdad. La lista de cambios empezaba por convertir a la uniones de hecho en una suerte de unión civil, lo más cerca que estarán del matrimonio mientras este Gobierno esté en el poder.
Creyeron, ingenuamente, que reemplazando género por sexo sortearían las restricciones constitucionales, subestimaron la capacidad e influencia de los que se oponen a estos cambios. No tomaron en cuenta que el nivel de compromiso con la “familia tradicional” en los más altos niveles del poder es mucho más fuerte que el discurso de la igualdad. Los homosexuales no son considerados iguales en Carondelet.
La nueva Ley Orgánica de Gestión de la Identidad está escrita desde la homofobia. Cierra todas las vías al reconocimiento a la doble maternidad, el registro de adopciones realizadas por parejas del mismo sexo o los matrimonios igualitarios de ecuatorianos en el extranjero, al matrimonio de los transexuales, etc.
Al regular el hermafroditismo se revela la incapacidad de entender más allá de los prejuicios. En la objeción presidencial se puede leer: “En el contexto de las disposiciones incluidas en el proyecto, el sexo no podría ser modificado, sino únicamente sustituido por el género, por lo que considero indispensable aclarar que la mentada modificación, sólo sería admisible en tanto se intente rectificar el error en que se haya podido incurrir, entre otros casos, por hermafroditismo”. ¿Cuál es el error? ¿El hermafroditismo o la incomprensión de quien tiene el poder de que esto es un hecho?
El veto, al que se allanó la Asamblea, es el un ejemplo de cómo se usa el poder para imponer preferencias morales y sociales de un grupo importante, preferencias que al ser impuestas se convierte en una incomprensión de la diversidad familia y del alcance de la igualdad y la no discriminación.
@farithsimon