Lejos de mi todo pesimismo en cuanto al presente y al futuro de las letras ecuatorianas. Ello no obstante debo convenir que hasta donde llegan mis lecturas son los novelistas de otros países iberoamericanos a quienes debo agradecer porque con ellos mis días no cuentan con horas muertas. En este largo feriado de carnaval el cubano Leonardo Padura y el chileno Roberto Ampuero son los que han obrado tal prodigio.
“Nuestros años verdeolivo” de Ampuero, una autobiografía novelada, resultó ser una suerte de segunda parte del relato inolvidable “Persona no grata” de su compatriota Jorge Edward. De la izquierda de Allende los dos, por caminos distintos llegaron a Cuba cuando en la isla se iniciaba un proceso revolucionario que concitó la atención, la adhesión y las esperanzas de medio mundo, el de los países en donde las injusticias sociales se las veía como resultantes de la voracidad sin límites de las oligarquías locales y de los apetitos sin medida de las potencias colonialistas. Tanto el embajador de Chile en Cuba, Edward, como el estudiante Ampuero que llega a La Habana como afiliado que había sido al Partido Comunista Chileno, son testigos de cargo del desquiciamiento de la revolución que habían soñado. Va imponiéndose un sistema en el que quienes forman parte del vértice de una pirámide son los que opinan, se constituyen en sacerdotes de una religión sostenida ideológicamente por dogmas y desde luego son los que viajan al exterior, una suerte de nuevos ricos. Es verdad que los cubanos castristas supieron sacarle el jugo a la ayuda cuantiosa que recibían de la Unión Soviética. Fue tal el desarrollo que lograron en salud y educación, inclusive en investigación científica, como para creer que eso de las libertades individuales son palabras que sobran en un proceso que pretende constituirse en un modelo de paraíso para los desheredados de la tierra.
Germán Rodas Chávez, quien estuvo en La Habana para la presentación de su libro sobre la presencia de Eloy Alfaro y José Martí en el contexto de la historia latinoamericana, nos refirió, en la tertulia de lectores que mantenemos, que se encontró con Leonardo Padura en la Feria del Libro que se organizó en honor a nuestro país.
Un misterio el que Leonardo Padura no haya huido y continúe escribiendo. Desde cuando leímos sus novelas históricas ‘El hombre que amaba los perros’ y ‘Los herejes’ hasta la última, la de este carnaval, ‘La neblina del ayer’, resulta estremecedora en la Cuba de los hermanos Castro la presencia de miles de jóvenes herejes autoexcluidos del Sistema y de aquellos, también numerosos, que viven en espacios suburbanos en condiciones que van más allá de la miseria moral y material. Apuntan a la impotencia de los dogmas para solucionar problemas sociales relacionados con la naturaleza humana.