Es inevitable que un discurso inaugural presidencial incorpore generalidades y buenas intenciones. En el caso del que pronunció Lenín Moreno, sus expresiones fueron, además, una ruptura con lo que habíamos vivido los últimos diez años en los cuales imperaron descalificaciones e intolerancia.
Difícil desentrañar la capacidad que tenga el flamante presidente de hacer realidad sus saludables deseos por las limitaciones económicas y políticas que tiene. Pero hay que ser optimistas y conceder al nuevo gobierno el beneficio de la duda en las políticas públicas que debe definir y ejecutar.
En un mundo globalizado, en el cual el relacionamiento entre estados es un factor transversal fundamental, eché en falta que se explayara más en lo que será su política exterior. Moreno se refirió a pocos temas. Reiteró acertadamente la vocación integracionista del Ecuador y ratificó su apoyo a propuestas como la CAN, UNASUR y CELAC. Nada que reprochar, al contrario, felicitar. No citó al ALBA lo cual es significativo y sensato.
Ratificó el respaldo a los diálogos entre Colombia y el ELN. Ecuador hace bien en acoger esas negociaciones. La consolidación de la paz en nuestro vecino no puede sino beneficiarnos. Puso de relieve la conveniencia de la cooperación Sur-Sur que, sin duda, nos favorece. El Presidente aludió a promover las exportaciones y profundizar amistades. Nada más necesario para una economía en dificultades y, sobretodo, dependiente del ingreso de dólares. Habló de una “diplomacia verde” para promover y defender la naturaleza y el medio ambiente y mencionó su compromiso con los migrantes para respaldarlos en el exterior y facilitarles su retorno. ¡Correcto!
En declaraciones públicas ha dicho que pedirá al Reino Unido que permita la salida de Assange al Ecuador o al país que quiera. Como buena intención está bien. Lo que es inadmisible es que el asilado le responda públicamente al Presidente. Ese solo hecho es causal para retirarle la protección diplomática.
Cuando apuntó a la austeridad, Moreno deberá ser implacable con el despilfarro que se ha hecho con la creación de Embajadas, desmesurado personal, viajes innecesarios, consultorías.
¿Cómo lo logrará? Difícil saberlo. Por ahora, ha designado Canciller a una mujer –eso ya es bueno- inteligente, con experiencia, que confío aplicará la pragmática política exterior descrita por el Presidente, alejada de extremismos ideológicos y que pondrá por delante los intereses del país. Con su conocimiento de la institución creo que la Ministra Espinosa ordenará el caos que hereda de sus antecesores. Nada más necesario en las circunstancias actuales que una política exterior pragmática, profesional, que defienda los intereses nacionales.
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