Se ha informado que el primer viaje del presidente Moreno al exterior será a los Estados Unidos. En realidad, irá a la Asamblea General de la ONU, que anualmente se reúne en Nueva York. En tal foro, Moreno tendrá la mejor oportunidad para hacer conocer, urbi et orbi, la esencia de su política externa y aclarar las dudas suscitadas por su Canciller.
Me permito sugerir, para que el Ecuador empiece a recuperar su prestigio, que el Presidente reitere los principios tradicionales de la política exterior ecuatoriana; reafirme la primacía de los derechos humanos en el orden jurídico internacional y nacional y anuncie su apoyo a los sistemas que los promueven y protegen recordando, con orgullo, la “doctrina Roldós”, nacida en 1980 e internacionalizada en 1993; proclame su respeto a las libertades, único camino hacia la democracia y el desarrollo; abogue por una mayor cooperación para resolver los problema globales relativos al medio ambiente, pobreza, migraciones, terrorismo, entre otros; auspicie el fortalecimiento y democratización de la ONU; proponga la candidatura del Ecuador para el Consejo de Seguridad. Sería imperativo que reitere su decisión de luchar contra la corrupción, exija que se aplique la Convención de la ONU sobre la materia y solicite su cooperación “inclusive para la recuperación de activos”, como lo prevé dicho tratado.
Al apoyar el derecho a la paz, sería pertinente que condene el uso de la fuerza para dirimir controversias -la reciente amenaza de Trump a Maduro, tanto como la política atómica agresiva de Corea del Norte- y la represión violenta de las protestas populares, como en Turquía, Siria y Venezuela. Moreno lamentó, hace poco, el derramamiento de sangre y la existencia de presos políticos en Venezuela. Debería repetirlo en la ONU, recordar que el Alto Comisionado para los Derechos Humanos insinuó que la democracia ha muerto en ese país y añadir que compete a la comunidad internacional cooperar con su pueblo para restablecerla.
Tendría un impacto positivo anunciar en la ONU que el Ecuador desea ampliar sus relaciones comerciales con todos los países, iniciar cuanto antes las negociaciones pertinentes y realizar los cambios necesarios en su legislación, a fin de fomentar la confianza general y promover la inversión extranjera.
Convendría que el Presidente, al visitar la ONU, inicie contactos con el gobierno norteamericano y converse con otros jefes de estado -Canadá, Europa, Japón, Corea del Sur, India, Brasil- a fin de poner fin al aislamiento al que nos llevaron el radicalismo y los prejuicio de Correa.
Todo esto exigirá el restablecimiento de una diplomacia profesional capacitada y la reestructuración de una Cancillería que debe estar dirigida en función del interés nacional y no en beneficio de un “proyecto” político.