Lenín, dar la talla

Estamos en medio de una guerra. Balazos van, balazos vienen. Pero, hasta el momento, la mayoría de tiros son de salva. Suenan mucho y no hieren a nadie de importancia. Los principales responsables de la presunta corrupción, no son tocados; incluso están fuera del país, frenéticos, llamando a la rebelión.

Desde el correísmo la estrategia es una guerra de desgaste. A más de las salvas, distractores, escándalos diarios, capturas a personajes de segundo orden, e incluso inicios de procesos judiciales a destacadas instituciones de la sociedad civil, como la Corporación Participación Ciudadana, con el claro objeto de diluir las fuerzas de una ciudadanía que en las últimas semanas, de manera vigorosa e independiente, exige transparencia a los protagonistas del desenfreno.

Mientras tanto, la justicia con una pausa imprudente enciende las llamas de la inconformidad social. La estrategia de quemar tiempo, se le agota. Esta es otra guerra, entre la verdad y la impunidad, de la cual la mentira y el encubrimiento, ya han perdido. La mayoría del país, sabe quiénes son los pillos. Lo que quiere es que se los sancione y que devuelvan la plata. Si la justicia no da este paso, también será juzgada.

El poder correísta que todavía tiene poderosos tentáculos se defiende cada vez sin mayor orden. Las filas internas se resquebrajan. Correístas duros, de segunda y tercera fila, ante tanta evidencia, declaran públicamente su desencanto y rechazo, frente a los presuntos malos manejos de los enormes recursos públicos. Sin embargo, el debilitamiento del partido oficial, no necesariamente redunda, hasta ahora, en una reconducción de las políticas económicas, sociales y de relaciones exteriores. Siguen en pie todavía, sin mayor cuestionamiento, las miradas tecnocráticas y excluyentes, alejadas de los enfoques de los derechos humanos en las políticas, sociales y educativas. Mientras el tema de la corrupción copa el escenario, muchas políticas del correato están en total vigencia.

Loable todo lo que hace el presiente Moreno contra la corrupción. Más loable si esto lo impulsa rodeado de un partido, su partido, cuyos máximos dirigentes se han declarado en su contra, y tanto más, cuando muchos correístas y oportunistas, están a su lado en calidad de ministros y asesores.

Esta situación es de alta fragilidad, no solo para el Presidente, sino para la mayoría del país que ha vuelto a recuperar la esperanza en el manejo ético del Estado. Lenín tiene que dar la talla para este momento histórico. Debe remozar fuerzas. Con urgencia conformar un nuevo equipo de gobierno, con las mujeres y hombres más capaces, democráticos y honrados del país, y convocar a una consulta popular para reconfigurar una institucionalidad democrática. Si no lo hace, la guerra la va a perder. Y junto a él, todos.

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