Durante una ceremonia de discutible elegancia republicana se entregaron las ‘credenciales’ a los triunfadores de las elecciones del 17 de febrero anterior: por supuesto el presidente economista Rafael Correa, el vicepresidente, ingeniero Jorge Glas; los asambleístas nacionales y los casi desconocidos parlamentarios andinos.
Obviamente no recibió el documento, parecido en su aspecto externo a un diploma, el señor Lenin Moreno Garcés porque, como se recordará, el Vicepresidente todavía en ejercicio, con terco e inalterable acierto, se negó a figurar como candidato de Alianza País, alegando varios motivos de peso y entre ellos la necesidad de atender a su salud y también la evidente conveniencia de que la ciudadanía ‘descanse’ de la continua presencia de los mismos personajes gubernamentales, sujetos de permanente exposición y propaganda.
De esta suerte comenzó ya a notarse la falta de Moreno y hasta volvieron con alguna fuerza los análisis y las elucubraciones centradas en el punto de que acaso Moreno era el único aspirante que hubiera sido capaz de vencer en los comicios a Correa, puesto que el Vicepresidente goza de respaldo inclusive en muchos ámbitos de la ciudadanía que a su vez no comulgan con Correa.
El supuesto se basa tanto en la labor que ha desenvuelto Moreno, cuanto en las características de su personalidad, su estilo podría llamarse, tan diametralmente opuesto al del Primer Mandatario.
En lo que se refiere al primer aspecto, el del desempeño, bien pudo creerse que la postulación de Moreno había sido una equivocación, pero en los hechos ocurrió exactamente lo contrario hasta el punto que resultó el único personaje dentro de las enormes filas oficialistas y burocráticas, que marcó un camino propio y beneficioso para un gran sector de ecuatorianos ignorados de manera completa y del todo injusta. Los compatriotas distinguidos mediante condiciones especiales, han sido el gran tema de la preocupación de Moreno desde el propio día cuando trazó el esquema que guiaría su actuación pública hasta las semanas finales de su desempeño.
También ha sido muy importante acerca de la aceptación del Vicepresidente, el temperamento, el invicto sentido del humor, la tolerancia, el reconocimiento de que los otros tienen también razón en ocasiones, todo lo cual definió una manera de ser diametralmente opuesta a la de Correa.
De ahí que sea lamentable el ocaso de Moreno en su actuación gubernamental. El remplazo, ingeniero Glas, aun olvidando ciertos feos episodios como ese de la tesis y del ‘rincón del vago’ tornado famoso de la noche a la mañana, tendrá que esforzarse mucho para sustituir con cierto éxito a Moreno, marcar sus propias notas diferenciales, proceder con acrisolada honestidad y lograr que el recuerdo del Vicepresidente actual no se convierta en un término de comparación muy desfavorable al nuevo Vicepresidente, quien acaba de estrenar su flamante ‘credencial’ .