Este modelo de desarrollo que propugna la interdependencia de lo social, económico y ambiental para su efecto, lejos está de cumplirse en Ecuador.
Ahora que se lo retoma, la voracidad económica sigue ganando terreno y Ecuador no se escapa de ella, y cualquier reivindicación a favor del desarrollo humano sostenible no deja de ser una quimera, a pesar de que la revolución ciudadana, antes de llegar al poder sostuviera de que el capital o el patrimonio natural del Ecuador deben preservarse indefinidamente en el tiempo, porque no existe posibilidad de alcanzar el desarrollo humano si no es con una preservación de los ecosistemas naturales. Pero resulta que contamos con un Estado burocrático cuya conducta e indolencia ha devaluado a la Ley. La Legislatura al igual que la Función Judicial crea todos los artificios posibles para resguardar intereses políticos. Y uno de los fenómenos más graves del país es el descrédito de la legalidad que complica la ejecución del desarrollo sostenible. Si los derechos humanos y la justicia no se cumplen, ¿qué se puede pedir de los derechos ambientales a pesar de figurar en la nueva Constitución?
En el orden social se declaró de la forma más irresponsable ‘patria alfabetizada’, para después llamarla ‘patria alfabetizándose’, intentando disfrazar la cifra de analfabetismo en el país de 2,7%, cuando el INEC la establece en 7,79% . Pero más allá de este ensayo por ocultar esta lacra social se halla el rezago que significa el que no terminen los estudios de primaria, básica o bachillerato unos 7 millones de personas; que se traduce en el analfabetismo funcional de más del 50% de ecuatorianos.
El proyecto político vigente no muestra un camino económico claro, peor aún boyante. El país registra una alta tasa de desempleo y subempleo, apenas un 37,1% de la población tiene un empleo e ingresos dignos. La producción privada cayó en 4%, mientras que la producción estatal decreció en 0,3%.
En el plan ambiental, el giro drástico que experimenta la Iniciativa Yasuní-ITT es evidente. Hasta el momento nada se consolida a favor de la iniciativa de mantener más de 846 millones de barriles de crudo bajo tierra en el bloque Ishpingo-Tambococha-Tiputini. Entretanto, el Plan B (explotar el crudo) avanza más rápido. Está en juego el extractivismo o la tesis ambientalista, otro dilema ideológico de la revolución ciudadana. Entretanto, se halla a la deriva un territorio que guarda inigualables valores humanos, culturales y de biodiversidad, cuando incluso se llega a afirmar: “Que si se trata de dar de comer al pueblo, incluso se haría un ‘fricase’ de cóndor” (símbolo nacional y especie protegida). Talvez sea esta forma populista la más rápida para mantenerse en el poder, pero sin duda, es la más pobre y efímera.