Alianza País sigue siendo la fuerza política más poderosa del país y que en los sondeos se les acuerde no menos de 25% de votos para sus eventuales candidatos, generalmente sin encantos de comunicación y muy pocas habilidades para la gestión política, es ya un éxito difícil de superar. Tiene ventajas a menos que AP persista en su pasado caudillista, sin darse cuenta que si quiere pervivir con influencia y tener incidencia en el futuro, sin Correa a la cabeza, debe renovarse en sus discursos y comportamientos, y dotarse de un programa que al fin le de identidad.
No solo centrarse en el guión de propaganda ni en el gran plan que nadie lee, escrito por la burocracia, y que debería ser el de gobierno, sino uno de partido que defina orientaciones-ideología y los sustancial que se cuenta hacer. Porque si se cumple la promesa de Correa de ausentarse, debería ser una gran oportunidad para AP de ser un real partido, de influencia nacional, lo que Ecuador requiere de todos los partidos. Esto exige captar el momento, poner sorderas a las lisonjas de ayer y a la visión de pensar que todo es cuestión de soplar botellas; ahora hay que actuar con el Ecuador real y confiando en nuestros propios medios, no en los circunstanciales caídos del cielo. Confiar en lo que tenemos conlleva contar con la sociedad, no ir contra ella ni pensar que el Gobierno sabe y puede todo, y la sociedad es maldad o un saco de cabeza hueca que llenar, a quien el cinismo hecho norma política adapta discursos, verdades o principios.
Si AP quiere ser un partido con duración, a la transparencia debe ir, tiene que abandonar todas las manías del poder concentrador y de pensar que la sociedad requiere de “gran hermano”, caudillo o aparato omnivigilante y presente en todo y por todo.
En contraparte, aprender el pluralismo y la necesidad de una sociedad civil activa, no le será fácil pero le ayudará a renovarse, a tener las exigencia de la creatividad y la innovación política de su sociedad.
Pero el hecho que AP persista en hacer enmiendas que en realidad reducen derechos y ante todo incrementan el autoritarismo caudillista, en lugar de reforzar la sociedad, cuando debería deshacer todas las enmiendas, nos dice de una opción contraria, lo cual terminará por costarle caro. Pues, queda pegado a un gobierno de conflicto innecesario, ejecutor de una modernización que en parte gusta pero no es sustentable ni necesariamente conveniente y que es fascinado por el autoritarismo. Desperdicia la oportunidad de hacer piel nueva y de distanciarse del pasado.
El autoritarismo será objeto de debate y condena en la campaña electoral y más aún en la protesta que crece y se renueva la cual incide en las mentalidades de cambio de tendencia política como ya vemos en América Latina. AP debería eliminar las enmiendas, ahora que Correa dice que no se presentará, sería su desafío, un comienzo de cambios.