Llevo más de un año utilizando un lector de libros electrónico y creo que difícilmente regresaría a utilizar libros impresos en papel. Es que los libros electrónicos son mucho más versátiles y convenientes que los libros tradicionales, por múltiples razones.
Para empezar, su disponibilidad inmediata. Basta acceder a una tienda en línea para descargar en segundos la novela que nos acaba de recomendar un amigo, o aquel libro sobre el que leímos una crítica interesante en el diario de la mañana. No más viajes a la librería local para descubrir que la obra que uno busca “aún no llega al país” o que, debido a su especialización, probablemente nunca llegará. En muchos casos los precios de las versiones electrónicas son más bajos que los de las versiones impresas, e incluso existen muchos títulos disponibles sin costo alguno. Todo lo anterior probablemente promoverá un mayor acceso de la población a los libros y, en general, a todo tipo de publicaciones, en un proceso que algunos definirían como “democratización literaria”.
Por otro lado, los libros electrónicos evitan la tala de bosques, son más fáciles de transportar, más durables y si, por alguna razón, se pierden o son robados, la biblioteca electrónica que contienen permanece alojada en línea a un corto “click” de distancia. Al mismo tiempo, la lectura electrónica es mucho más fácil y cómoda. Los libros electrónicos siempre se “abren” en la última página que se ha leído, ofrecen variados tamaños de tipos que se acomodan a la visión del lector y permiten hacer consultas inmediatas en su diccionario incorporado. Pueden ser leídos cómodamente ya sea que el usuario se encuentre sentado, acostado, o en casi cualquier posición pues, mientras se requiere de ambas manos para sostener un libro tradicional, apenas una es suficiente para sostener un libro electrónico. Esto último es particularmente conveniente cuando el lector sostiene una bebida o lee novela erótica.
La menor disponibilidad de libros electrónicos en idiomas distintos al inglés y el hecho de que los usuarios no puedan pagar en dinero efectivo por los títulos, son un par de bemoles que probablemente serán solucionados con el paso del tiempo.
La popularización de la lectura electrónica bien podría llevar a la bancarrota a algunas librerías en Ecuador y otras partes del mundo, a menos que logren especializarse en la oferta de libros escritos en idiomas no globales, sobre temas locales, para niños, o en publicaciones en formatos especiales que -por ahora- no resulten muy adecuados para la lectura electrónica.
Los libros electrónicos han llegado para quedarse. Temo que incluso los “románticos” que desprecian a los libros electrónicos -la mayoría sin haberlos utilizado- y que consideran una aberración el que puedan llegar a reemplazar a los libros tradicionales, terminarán mudándose hacia la nueva tecnología.