La probable victoria de Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales francesas ha generado un suspiro de alivio a nivel mundial. Por lo menos Europa no se dirige por el camino proteccionista que el presidente Donald Trump obliga a tomar a Estados Unidos.
Sin embargo, los defensores de la globalización aún no deben descorchar el champán: los proteccionistas y los defensores de la “democracia iliberal” están en aumento en muchos otros países. Y el hecho de que alguien que es fanático declarado y mentiroso consuetudinario hubiese podido conseguir la cantidad de votos que Trump obtuvo, y que alguien de extrema derecha como Marine Le Pen vaya a estar en la segunda vuelta con Macron, debería causar profunda preocupación.
Algunos asumen que una gestión deficiente de Trump y su evidente incompetencia deberían ser suficientes para mitigar el entusiasmo por panaceas populistas en el resto del planeta. Asimismo, se puede decir casi con certeza que los electores estadounidenses del cinturón de óxido que apoyaron a Trump estarán en peor situación dentro de cuatro años, y que los votantes racionales con seguridad entenderán dicha situación.
Pero sería un error llegar a la conclusión de que el malestar con la economía global – al menos con la forma cómo la economía global trata a grandes cantidades de los que forman parte de (o anteriormente formaban parte de) la clase media – ha llegado a su punto máximo. Si las democracias liberales desarrolladas mantienen políticas de status quo, los trabajadores desplazados continuarán siendo marginados. Muchos de ellos sentirán que al menos Trump, Le Pen, y sus semejantes aseveran sentir el dolor de dichos trabajadores. La idea de que los votantes vayan a volcarse en contra del proteccionismo y el populismo por su propia voluntad puede ser nada más que una vana ilusión cosmopolita.
Los defensores de las economías liberales de mercado deben entender que muchas reformas y avances tecnológicos pueden dejar a algunos grupos – posiblemente a grupos numerosos – en peor situación. Según los principios rectores, estos cambios aumentan la eficiencia económica, permitiendo a los ganadores compensar a los perdedores. Sin embargo, si los perdedores continúan en peor situación, ¿por qué deberían ellos apoyar la globalización y las políticas a favor del mercado? De hecho, va a favor de sus propios intereses girar su apoyo hacia políticos que se oponen a esos cambios.
Por lo tanto, la lección debe ser obvia: en ausencia de políticas progresistas, incluyendo la carencia de sólidos programas de bienestar social, reeducación laboral y otras formas de asistencia a personas individuales y comunidades relegadas por la globalización, los políticos a la Trump pueden convertirse en una presencia permanente dentro del paisaje.
Project Syndicate