En otras épocas, esto es en el Ecuador de hace más de treinta años, las campañas electorales para la Presidencia de la República, a un candidato que ejercía el poder e iba a reelegirse, se le concedía licencia o se le aceptaba la renuncia al cargo, con el fin de demostrar la total independencia entre sus altas funciones, y la necesaria actividad de propaganda de su candidatura.
En el caso de la presente contienda el candidato a la vicepresidencia por el movimiento oficialista en esta ocasión, pidió licencia para dedicarse a la campaña tanto para la primera cuanto para la segunda vuelta.
Actualmente en el siglo XXI, y casi al final de la segunda década, en medio de un alto desarrollo científico y tecnológico para promocionarse al más alto cargo público, desde esas alturas propias del poder político, se pone en funcionamiento una propaganda tendiente a asegurar votos para continuar gobernando, como triunfador de la segunda y última convocatoria. Frente a esta realidad, y si actuaría la llamada “intuición popular” desde el estado llano, se estaría abriendo una puerta grande para que triunfe el candidato de oposición, y así concluiría la década del poder absoluto correísta.
Con las perspectivas de cerrar este ya largo ciclo, en la próxima contienda electoral del domingo 2 de abril, la candidatura de oposición al continuismo se encuentra frente a un reto crucial.
Serán las condiciones de imparcialidad que deberá demostrar el Consejo Nacional Electoral, como máxima autoridad en este campo para impedir cualquier tipo de violencia física en el seno de nuestro pueblo de todas las regiones; así como también garantizará un ambiente psicológico para la concurrencia a las urnas.
Y a renglón seguido, demostrar la limpieza de los resultados numéricos debidamente respaldados en las actas de escrutinio primario de las mesas receptoras, y de los otros niveles hasta el último peldaño institucional de este campo. Si esto no acontece, habría mucho que lamentar; peor aún en estas cuatro semanas, en que esperamos no haya ninguna anormalidad conducente a alterar la paz pública, tan necesaria ahora al sentir el crecimiento de la pobreza.
Al faltar pocos días para definir posiciones, confiamos que no se producirán hechos que alteren y susciten enfrentamientos entre quienes apoyan a cada una de las dos candidaturas: Lasso y Moreno, en competencia final; pues solamente en un ambiente de respeto mutuo se llegará a expresar la voluntad en el voto a depositar en las urnas, como el último acto que defina el número de sufragios cuantificados como expresión triunfante de mayorías para bien de la democracia, ya que estos actos también deben ser portadores, tanto de conciencia individual, como de la voluntad de vivir en paz como ecuatorianos.