¿La corrupción cambia el ciclo en Brasil?

“El ciclo democrático iniciado en los años 80 está llegando a su final” en Brasil, pero sin “soluciones autoritarias” a la vista, evalúa Tarso Genro, exministro de Justicia y de Educación e ideólogo del Partido de los Trabajadores (PT).

Una “salida concertada para restablecer un clima político decente” aún es posible para las elecciones de 2018, planteó.

Pero también alertó que bloquear la candidatura de Luiz Inácio Lula da Silva, líder del izquierdista PT y quien presidió el país entre 2003 y 2010, le quitaría legitimidad a los comicios y restaría condiciones para la continuidad democrática. Lula encabeza las encuestas sobre posibles candidatos a las elecciones presidenciales de octubre de 2018, con cerca de 35 por ciento de la intención de voto, pero enfrenta el obstáculo de la Ley de Ficha Limpia, aprobada en 2010, que prohíbe la postulación de aquellos condenados en segunda instancia judicial.

Condenado a nueve años de cárcel por corrupción en una primera instancia, Lula aguarda el fallo del Tribunal de Apelación que podrá sellar su retiro electoral en los próximos meses.

La visión de Genro tiene un sesgo partidista, pero el deterioro del régimen democrático en Brasil es visible desde cualquier mirada que se aborde.

El informe de 2017 de Latinobarómetro, corporación sin fines de lucro con sede en Santiago de Chile, destaca a Brasil como el país latinoamericano de más baja satisfacción con la democracia, solo 13 % de los entrevistados, contra más de 50% en Uruguay, Nicaragua y Ecuador, los campeones.

Brasil es también donde los políticos ostentan los más bajos niveles de confianza, con su gobierno y partidos políticos en el último lugar entre los 18 países incluidos en el estudio. El parlamento logró quedar en penúltimo lugar, por encima del de Paraguay por tan solo un punto porcentual, con 11 y 10 % respectivamente. “El país está gobernado por unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio”, para 97 % de los brasileños del sondeo.

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