Después de las alegrías de Navidad y de las de fin de año, cuando el lenguaje está matizado del adjetivo “felices”, llega el año nuevo y tal adjetivo se repite: “Feliz año 2013”.
En este marco de felicidad total, a la vuelta del primero de enero le espera el Municipio con la cuenta del impuesto predial y de otros englobados en el genérico “varios”. El gancho de la felicidad es que le ofrecen rebajar el 10%, si paga en los primeros días del mes.
¿Cómo pagar? La respuesta ultramoderna, la más rápida y cómoda: por Internet. Todo parece sencillo. Las cantidades a pagar se consiguen en la página web del Municipio. Con ayuda de alguien que sabe, se localiza en la pantalla del computador los valores a pagar por cada predio, divididos –como queda dicho- en Impuesto Predial y “varios”. En algún caso, el rubro varios equivale casi al 50% adicional del impuesto principal.
Ya sabemos cuánto hay que pagar. Pero para pagar por Internet se necesita tener una cuenta bancaria contra la cual harán el débito. Para realizar transacciones, el “usuario” debe tener sistema de banca electrónica. Y para tener ese sistema, el pobre usuario debe ingresar una serie de datos y seguir, además, una serie de procesos para ser aceptado. Luego de todo, el “sujeto pasivo” de la obligación tributaria, requiere una serie de claves, según las necesidades, pues ya las tiene para el IESS, SRI y otros.
Amable lector: ¿entendió? … yo, tampoco.
Y hasta aquí llegamos en el buen deseo de pagar por Internet. En otros lugares, continuamente “no hay sistema”. Se debe acudir a una ventanilla, como siempre, formando largas hileras.
Para usar esta tecnología, primero se debe contar con un computador que cuesta alrededor de mil dólares. Seguir un curso para aprender su uso. Y el curso cuesta. O pedir la ayuda de un cibercafé, que también cuesta. Un necesitado “usuario” de clase económica media, no puede adquirir estos adelantos tecnológicos.
Si una persona expone estas realidades, la respuesta de los entendidos –a veces geniales- es que debemos modernizarnos y le plantan el ejemplo de un niño de 8 años que maneja “al revés y al derecho” este sistema. Mas, el pobre padre de 30 o más años, peor si es de la tercera edad, no entiende ni papa, a menos que cuente con tiempo y dinero para cursos de capacitación.
Cabe reconocer que los dirigentes del Estado tienen la clave de conocimientos, pero el grueso de la población ecuatoriana no tiene clave alguna y debe pagar en dinero sus errores y atrasos en los pagos, pues si se atrasa le sancionan con multas y acción coactiva; o le cortan algún servicio básico, como el de agua potable.
Como no hay quién se apiade ¿será necesario buscar al Chapulín Colorado? ¡Pobre clase media! Quienes legislan deben tener en cuenta estas realidades, antes de ordenar multas… y más multas.