Según la Primera Encuesta Nacional sobre Jóvenes y Participación Política 2011: “Al 23,4% jóvenes les da lo mismo vivir con un régimen democrático o no. Un 22,8% preferirían un Gobierno autoritario. Así mismo, el 53% sostiene que “un líder fuerte puede resolver mejor los problemas del país que los partidos políticos y las ins-tituciones”. “Y un 74% señalan que no militarían bajo ninguna circunstancia en partidos o movimientos políticos”.
¿Por qué el país cuenta con tantos jóvenes “indiferentes” y antidemocráticos? ¿Qué consecuencias tiene este problema para el futuro del Ecuador? ¿Qué harán los movimientos y candidatos democráticos frente a un elector tan importante y apático?
El tema es complejo. La juventud “indiferente” y “autoritaria” no es una unidad homogénea. Está compuesta de diversas expresiones sociales, culturales, regionales, étnicas y políticas. Múltiples causas explican su posición y comportamiento.
Una de ellas está en la historia y en la cultura. La mentalidad autoritaria, antidemocrática, patriarcal, machista, racista y excluyente hunde sus raíces en la época colonial, pero se mantiene hasta hoy robusta en gran parte de la población ecuatoriana. De esta manera, el autoritarismo no es solo patrimonio de estos jóvenes, sino y fundamentalmente de muchos adultos que creen que los problemas se resuelven a patadas, con insultos y con el “control” policíaco de la sociedad.
La indiferencia por los temas colectivos puede ligarse al triunfo temporal del individualismo en la formación de muchos jóvenes en las casas, aulas o a través medios, de la TV en especial. La cultura contemporánea desprendida de la economía de mercado que se nutre de la priorización de la subjetividad y de las emociones, fomenta la preocupación casi exclusiva por las cuestiones personales y economicistas: el éxito, la competencia, la riqueza, el prestigio, el físico, la moda, la autorrealización.
Otros jóvenes tienen desprecio por la forma convencional de hacer política a través del voto y de los partidos, mas una parte de ellos canaliza sus inquietudes a través de las redes sociales o de la protesta en las calles por temas relacionados con la vida, la preservación del medio, contra la violencia, por la equidad de género y la realización los derechos.
Todos los jóvenes pobres nacieron en democracia, pero la democracia que conocieron y conocen no ha resuelto sus problemas de educación, salud, empleo y exclusión. Solo han visto y ven en ella tráfico de influencias, maniobras, privilegios, asalto al dinero público, corrupción, prepotencia, intolerancia, concentración y abuso del poder y propaganda. ¿Pueden confiar en este tipo de régimen político basado solo en el voto, la publicidad y en los caudillos?
Recuperar a los jóvenes para la democracia real, gran tarea de los demócratas.