Los jóvenes no pueden dejar de ser rebeldes y renunciar a sus grandes desafíos. Tienen derecho a hacer lo que quieran, con respeto al ordenamiento jurídico y a los valores éticos. Más aún cuando la Constitución que aprobó el Gobierno consagra el derecho a la resistencia. Los jóvenes estudiantes o no y los profesionales desocupados, incluidos los becados que volvieron al país, no hallan trabajo y buscan desesperadamente para devengar lo recibido y sobrevivir, tienen derecho a respaldar al régimen o ubicarse en la oposición.
Tienen derecho a actuar libremente, pero siempre bien informados sobre la actual situación de crisis. No alienados solo por la propaganda oficial. No deben permanecer silentes y mirar indiferentes desde los graderíos lo que mañana repercutirá en sus vidas. No se trata de agredir a nadie, aun cuando sean provocados por el oficialismo y los infiltrados que se presentan para generar caos y atribuir a los opositores, en medio de la complicidad de la Policía. No pueden atentar contra bienes públicos y privados, contra el orden establecido ni paralizar servicios básicos. No deben tirar piedras sino estar activos, lanzar ideas y reclamar sus derechos, con firmeza pero con respeto.
Los jóvenes, con toda la inteligencia que tienen, deben reaccionar en forma pacífica y creativa y reflexionar sobre el momento que se vive. Si están de acuerdo o no con el aumento de impuestos y medidas que buscan más recursos para el enorme gasto público del régimen y que no solucionarán la crisis. Si están de acuerdo con el crecimiento de la deuda pública que tendrán que pagar; con la limitación de las libertades, los controles del Estado y sanciones contra estudiantes del Montúfar o la sentencia contra jóvenes del Central Técnico.
No pueden mirar impasibles lo que sucede con el Seguro Social. Está en juego su futuro cuando lleguen a viejos y quieran jubilarse. Analicen objetivamente los hechos, no los discursos. Ilústrense y pidan información independiente a técnicos y actuarios para que corroboren la gravísima situación del IESS y cuyo modelo actual es insostenible en el tiempo. Estén conscientes de que los aportes que hagan hoy y mañana en forma obligatoria, como manda la ley, tienen futuro incierto y se pone en juego sus recursos. No miren para otro lado. Asuman su responsabilidad para que luego no se arrepientan de sus omisiones.
A los adultos mayores se les ha vapuleado tanto. Seguramente, por falta de fuerza, asimilan los golpes reiterados, incluso con frases despectivas de la arrogancia del poder, sin olvidar que todos, si vivimos, iremos por el mismo camino.
El escritor ambateño Juan Montalvo (si viviera hoy seguramente estuviera sentenciado o perseguido y procesado con juicio del poder que le pediría millones) dice en su obra Las Catilinarias: desgraciado del pueblo donde los jóvenes son humildes con el tirano, donde los estudiantes no hacen temblar al mundo.