Ahora el gran debate nacional es si el ‘amigo Julián’ llegó a decir que el Ecuador es un país insignificante, o si, como dicen su notable abogado y el Presidente ecuatoriano, lo descontextualizaron. La mayoría de nosotros sabemos cuál es el peso del Ecuador en el concierto mundial, y
no debiera haber mayor drama en una apreciación más. Pero si bien el país no resulta afectado por las declaraciones del australiano Assange, no puede decirse lo mismo del Gobierno.
Es verdad que la afirmación de Assange se da en un contexto de minimización de su propia importancia y de los problemas del Ecuador, y ante la insistencia de la entrevistadora para que diera su opinión sobre la libertad de expresión aquí. El ciberpirata quería enfatizar que lo realmente importante no es su situación ni la del Ecuador y sus problemas, sino la pérdida de la legalidad, algo destacable viniendo de alguien que basa su trabajo ‘periodístico’ en acciones ilegales.
Pero si vamos al fondo del asunto, sus declaraciones son incómodas porque resienten el ya afectado andamiaje montado alrededor de su asilo. En efecto, es políticamente inconveniente que las palabras de Assange sean tomadas en Ecuador como un golpe al discurso de la soberanía, en cambio tan defendida frente a las desafortunadas amenazas del servicio exterior británico a la Embajada ecuatoriana en Londres, donde se asila Julián Assange para evadir la acción de la justicia sueca.
Pero hay otro efecto más importante: la acción propagandística del Gobierno se basa en la supuesta relevancia de las acciones del Presidente ecuatoriano en la región y el mundo. Giras, presentaciones, reconocimientos, diálogos bilaterales, ferias, iniciativas como las del Yasuní, son vendidos localmente como indiscutibles muestras de un liderazgo internacional que las palabras de Assange echan por los suelos.
No solo se cierran más las puertas a un eventual asilo de Assange en el Ecuador, en el caso de que las autoridades británicas dieran el salvoconducto. El pirata informático, quien no debiera hablar de política en calidad de asilado, también complica más una situación que fue difícil desde el inicio: si bien su asilo fue un hecho político de notoriedad mundial, también provocó que países que aún no estaban enterados se interesaran en la situación de la libertad de expresión en el país gobernado por un supuesto adalid de las libertades. Fue precisamente cuando intentaba tener la versión de Assange sobre ese espinoso asunto cuando la periodista obtuvo su reflexión filosófica sobre la insignificancia de personas y países. Si hubiera querido responder, Assange habría tenido que hacer un largo listado que incluye ataques, juicios, penalización de la protesta. Y prisión para quienes, como el bloguero Paúl Moreno, husmean en los portales estatales, mientras que a Assange se lo declara héroe por hacer lo mismo. ¡Cuánta insignificancia!