La historia de los regímenes autoritarios y totalitarios nos demuestra que con frecuencia han utilizado los juzgados y tribunales -la administración de justicia- para la persecución a sus adversarios y sus críticos. No para el esclarecimiento de la verdad ni para el establecimiento de la justicia. Los ejemplos sobran. Una Función Judicial sin independencia, con jueces atemorizados y acobardados, entregados al poder e incapaces de adoptar decisiones autónomas, pensando más en la conservación de sus cargos que en el respeto y en el imperio de la ley, se convierte en instrumento dúctil y sumiso del poder. Un juicio, en estas circunstancias, no es más que el medio para camuflar y justificar la represión.
Hoy, en el Ecuador de la ‘revolución ciudadana’, ¿la Función Judicial goza de independencia y de autonomía? Como consecuencia del avasallante y nefasto proceso de desinstitucionalización y de concentración del poder que padece el país, que los ecuatorianos hemos soportado en silencio y con irresponsable indiferencia, ¿podemos hablar de la independencia de jueces y tribunales? ¿Nos hemos olvidado ya de la forma como fue conformada la Corte Nacional de Justicia, al margen de las normas constitucionales y con la connivencia de la Corte Constitucional? ¿No estamos presenciando acaso la labor de injerencia que realiza el Consejo de la Judicatura, integrado y controlado por el poder?
En estas condiciones, ¿es posible hablar de un ‘juicio’ contra el diario ‘El Universo’, sus directivos y Emilio Palacio? Hablar en este caso de un ‘juicio’, que se supone que implica el estricto respeto al orden jurídico vigente, la búsqueda de la verdad y el establecimiento o la reparación de la justicia, ¿no es una cómplice y burda ingenuidad? Ni la demanda ni las sentencias de primera y segunda instancias resisten el más elemental y simple análisis. Carecen de fundamentos constitucionales, legales y, más aún, éticos. El ‘juicio’ se ha convertido -¿podré emitir libremente mi opinión?- en un instrumento de camuflaje del poder, vergonzante y deleznable, para amedrentar, controlar, perseguir y reprimir.
El poder dictatorial siempre ha encontrado justificaciones para sus aberrantes actos de represión: la ‘pureza de la raza aria’ y la ‘revolución proletaria’ son sólo dos ejemplos. No es esa actitud, por conocida, la que me conturba. No. Me sorprende, y me apaga todo rescoldo de esperanza, la incapacidad para reaccionar ante el atropello y la injusticia, el silencio y la indiferencia de la mayoría de ecuatorianos. “La única garantía -decía hace pocos días Arturo Pérez Reverte- de que los canallas van a ser controlados es la prensa… El primer paso de los tiranos es acabar con la voz de la prensa… Una sociedad que consiente que el Estado le tape la boca a su prensa merece ser esclava”.