En Jethro Tull –una de las bandas más fascinantes de todos los tiempos- se juntan, quizá de forma única e irrepetible, una anormal amalgama del blues, de música folclórica celta y el rock sinfónico/progresivo tan característico de los años setenta. Así, el señuelo de este grupo reside en su facilidad para poner hitos en mundos aparentemente distintos, en cruzar fronteras y ríos con rapidez y eficacia y en hacerlo con altura y sofisticación. Siempre se puede argumentar que Jethro Tull nunca estuvo en la misma categoría que sus contemporáneos (los Rolling Stones, los Beatles, Pink Floyd o Led Zeppelin), pero de todas maneras su alma iconoclasta es su más grande factor de distinción. También se puede sostener que su música es pomposa, exagerada y excesiva y que su carrera discográfica ha sido irregular. Es muy posible, dentro de esta lógica, que Jethro Tull esté en una clase por sí misma, por su carácter único y diferenciador: pónganse a pensar por unos momentos, que hablamos de una banda que, en su estilo propio, no tiene ni competidores ni imitadores de clase alguna.
Y también, claro, está la flauta de su líder Ian Anderson. No se me ocurre ninguna otra banda que haya hecho un uso tan generoso y notorio de la flauta como instrumento principal, ni tampoco ningún caso en el que, en unos tiempos de héroes de la guitarra eléctrica (como Alvin Lee, Jimmy Page, Mick Taylor o Peter Green) la flauta se haya convertido en el símbolo mismo de un grupo de rock, en una especie de marca regi strada y de sonido distintivo. En esto Jethro Tull y Anderson –a veces se hace complicado diferenciarlos- s on aves raras: una flauta en un escenario de rock, un flautista en épocas de gobierno de los rayos y truenos de las Gibson Les Paul y de las Fender Stratocaster. Si seguimos a Bikendi González (Historias del rock): “Su característica común es el estilo de Anderson tocando la flauta, absolutamente original; las influencias son de lo más dispar e incluyen el folk y la música barroca, logrando que convivan cómodamente con el timbre rock de Jethro Tull. La capacidad de Anderson para ligar su flauta a los pasajes de guitarra proyectó al grupo a las cabeceras de las listas inglesas…” Y por último, claro también, en plena época de los álbumes de concepto (discos que tenían, a modo de historia, un tema central) y del rock sinfónico (el rock con complicadas inspiraciones de la música clásica) Jethro Tull se convirtió en una banda que gustaba de combinar la música con los aspectos teatrales, sobre el escenario. En especial Ian Anderson, que siempre parece disfrazarse de mendigo, con sus abrigos que han visto mejores días y con su frenética interpretación flautística: a ratos Jethro Tull tiene mucho de anacrónico, de ir a contrapelo de todos los tiempos, de vestigios de sonidos, mundos y estilos que ya no existen o que a muchos ya no les importan.