A propósito de que la semana pasada se firmó el fideicomiso que pone nuevamente en funcionamiento la Iniciativa Yasuní-ITT, quiero reflexionar sobre el aporte que el Ecuador hace al debate mundial sobre las soluciones prácticas para enfrentar el cambio climático y que, si no se toman medidas severas, puede generar la sexta extinción de la vida en la Tierra.
Hasta ahora ha habido dos esfuerzos internacionales para enfrentar el calentamiento global: el Protocolo de Kioto y la Convención Marco del Cambio Climático. Desde su implementación los resultados han sido malos porque, contrario a lo esperado, la atmósfera del planeta ha continuado calentándose.
La razón es obvia: para encontrar una solución global hay que establecer una regulación global. Lamentablemente el Protocolo solo se aplica en 37 países. Los restantes 171 son mirones de palo. Entre estos están China y Estados Unidos, los dos mayores contaminadores de la atmósfera, responsables del 50% de las emisiones. Pero también están todos los países no industrializados que no tienen posibilidad alguna de beneficiarse de las normas establecidas en el Protocolo. Los países que sí están haciendo un esfuerzo son los europeos y parcialmente Canadá, Australia y Japón.
Todos tienen intereses comunes: son industrializados y han encontrado una hábil fórmula para controlar sus emisiones atmosféricas sin afectar su estándar de vida.
El Protocolo premia a las industrias que reducen sus emisiones entregándoles premios en forma de bonos de carbono. Este método favorece a un país que, aunque haya consumido todo su petróleo y talado todos sus bosques, tiene industrias que hacen menos daños que antes. Un país como el nuestro, que conserva millones de toneladas de CO2 en sus bosques y tiene reservas importantes de hidrocarburos bajo tierra, no califica para ser beneficiado por el Protocolo ¿Qué emisiones va a reducir si casi no tiene industrias?
Lo que sí puede hacer es evitar emisiones si recibe una compensación por ello. ¿Cómo hacerlo? Dejando el petróleo bajo tierra o conservando los bosques naturales y reforestando las tierras degradadas.
La Iniciativa Yasuní-ITT, proponente de esta nueva ida, abre una puerta valiosísima para que los países que aspiran a industrializarse puedan recibir fondos importantes en compensación a dejar sus bosques en pie y petróleo bajo tierra y establecer actividades industriales o de servicios con tecnologías sustentables no contaminadoras de la atmósfera. Este aporte que hace la Iniciativa para evitar en vez de reducir emisiones a la atmósfera, podría ser el camino eficaz para incorporar a cientos de países pobres al esfuerzo global para detener el aumento de la temperatura del planeta.