Isis y la Guerra Santa

Una nueva batalla -quizás la madre de todas las batallas- se ha desatado en la Guerra Santa que azota al planeta desde tiempos inmemoriales. Las brutales ejecuciones de dos periodistas estadounidenses, grabadas en televisión y transmitidas al mundo entero, dispararon todas las alarmas y, otra vez, las grandes potencias enfilan sus baterías hacia los territorios árabes.

El origen de los recientes atentados terroristas, tal como lo han difundido sus verdugos, se encuentra en la Yihad, un concepto de la ley divina musulmana que obliga a sus creyentes a mantenerse toda su vida en ejercicio de esa fe, a construir una sociedad musulmana dominante y a luchar por la defensa y propagación del Islam, inclusive con la fuerza.

El denominado Estado Islámico ha expandido sus fronteras en Iraq, Siria y la India, en la búsqueda de un gran ejército de seguidores de la fe musulmana que podrían sumar en esos territorios más de cuatrocientos millones de personas. Su líder se hace llamar Abu Bakr as-Siddiq, y es uno de los terroristas más peligrosos del mundo, considerado como el sucesor de Osama Bin Laden.

Los seguidores de Isis (Estado Islámico de Iraq y Siria por sus siglas en inglés), reclutan a sus miembros fuera de los territorios de influencia árabe, especialmente a través de las redes sociales, y lanzan en las mismas redes amenazas a sus principales enemigos: Estados Unidos y cualquier otro Estado occidental que colabore con éste. Su objetivo fundamental, por supuesto, es propalar el miedo entre la población occidental, difundir la fe musulmana e intimidar a otros estados para evitar su participación en una inminente guerra no muy santa.

Una gran preocupación ha generado el reclutamiento de occidentales que se adhieren a Isis perpetrando en su nombre, entre otros actos criminales, las últimas decapitaciones públicas.

Varias investigaciones concluyen de forma preliminar que la penetración de Isis en Europa ha sido muy exitosa. Por otra parte, en los territorios árabes, especialmente en Siria, se ha comprobado el adiestramiento masivo de niños que conformarán el futuro ejército del Estado Islámico en defensa de la fe musulmana.

De modo que la Guerra Santa de Isis, peligroso preludio de una tercera guerra mundial, está en marcha.
Pero, eso sí, recordemos que los bárbaros de hoy, demonizados y temidos, fueron las víctimas del ayer en las históricas y remotas batallas por la defensa de otros credos.

Y es que, al margen de la fe y las creencias de cada persona, en las milenarias disputas por alcanzar la hegemonía religiosa, para beneplácito de la industria armamentista y de ciertos gobiernos poderosos, los fanáticos se multiplican y las heridas nunca cicatrizan.

Mientras tanto, en su Olimpo, los dioses nos contemplan tan a gusto.

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