Me alegra saber que durante 15 semanas -hasta abril- nos deleitaremos con la entrega, que está haciendo EL COMERCIO, de la colección Isabel Allende. Esta chilena es, probablemente, la escritora contemporánea en idioma castellano más prolífica en su producción literaria, dado que desde 1982 cuando lanzara ‘La casa de los espíritus’, ha publicado 24 libros.
No pocos críticos literarios señalan que está lejos de ser una buena escritora. Así, su fallecido compatriota Roberto Bolaño llegó a decir que “… es más bien una escribidora”. Para los simples lectores, la disquisición anterior es indiferente. Lo concreto y real es que el público, y no solo el hispanoparlante, goza cada vez que se anuncia la aparición de un libro de esta genial creadora del lenguaje.
Y no solo se la considera la más leída sino la más traducida a distintas lenguas. Varios de sus libros han nacido de cartas o reflexiones personales, y empatan con sus instantes de vida, como escritora, como madre, como abuela. En sus narraciones se conjugan investigaciones históricas (como en ‘Inés del alma mía’ o ‘La isla bajo el mar’) con finas e imaginativas formas del humor.
Como chileno, no puedo sino alegrarme cuando leyendo sus libros reconozco descripciones de nuestras tradiciones y situaciones que muchos historiadores nacionales y extranjeros han amañado o soslayado. Ella, con una pluma e imaginación privilegiadas, informa a sus millones de lectores que existe un país ubicado en el confín del mundo llamado Chile, que puede carecer de algunas o muchas cosas, pero no de escritores y poetas. Nos hace viajar –imaginariamente- de norte a sur, de cordillera a mar, por Chiloé (isla hoy habitada por muchos ecuatorianos trabajando en salud pública), y por los confines de este continente antes que la Cordillera de los Andes se hunda en las gélidas aguas del mar para reaparecer en el continente Antártico.
No soy crítico literario, pero me gusta y entretiene la lectura de textos ágiles, inteligentes, de escritos sin pretensiones versallescas, como los que se nos ofrecen en esta biblioteca. Cuando leí a García Márquez me gustó mucho Amor en los tiempos del cólera, más que Cien años de soledad que gatillara el Nobel. Con Neruda me ocurrió algo similar, quedando subyugado al introducirme en Confieso que he vivido, para solo después acceder a sus poemas dedicados al amor y a la vida. Puedo también decir que me fue difícil disfrutar leyendo a Vargas Llosa hasta que tuve en mis manos El pez en el agua. A partir de aquel instante, trato de no perder ninguna de sus obras.
Felicito a este medio por su decisión de incursionar en el mundo de la literatura a través de mi compatriota Isabel Allende. Ella, no por casualidad, ostenta muchos premios y honores, el último, el Nacional de Literatura de Chile, máxima distinción en mi país.