¡Vaya que sí hemos involucionado! En el 2005 apenas recibimos la visita de un relator oficial de Naciones Unidas para la Independencia de la Función Judicial, ahora tenemos que recibir la visita del relator del mismo organismo para Ejecuciones Extrajudiciales. En el escenario internacional, la Pichi Corte y la toma del bucaramismo y gutierrismo del sistema judicial parece un juego de niños comparado con la situación actual de violaciones fragrantes e impunes a los derechos humanos de los ciudadanos ecuatorianos, que a todas luces presentan un escenario mucho más grave para el país.
Lo que ha dicho Philip Alston removió a los funcionarios, pero más importante sería que remueva consciencias. Que un relator tenga que decir que la Fiscalía está más interesada en ejercicios de relaciones públicas que en su trabajo real lo sabemos todos, pero hacía falta que alguien de afuera lo diga para darnos cuenta cuántas de esas acciones y omisiones han logrado desmontar al Estado, hasta que quede muy poco de él. Y ahí es donde perdemos soberanía, precisamente cuando hemos descuidado tanto al Estado y su capacidad de responder con la gente, que de la soberanía solo queda el discurso, el cascarón sin suerte. La soberanía no se pierde porque un extranjero diga lo que dijo, se la pierde en el día a día, con cada nuevo caso de sicariato, de homicidio y de disminución de derechos que no se resuelve. Y de la Policía se puede decir lo mismo, porque las explicaciones y justificaciones sobran, los resultados están a la vista.
El Estado -pero particularmente el Sistema Judicial- parece haberse especializado en relaciones públicas antes que en servicio mismo. Lo vimos también esta semana con la singular (por no decir otra cosa) visita del presidente mismo de la Corte Constitucional, Patricio Pazmiño a la Corte Interamericana de Derechos Humanos en Washington, para explicar que en “Ecuador sí hay libertad de expresión y sí hay un sistema judicial” y que no tenía ningún fundamento la denuncia de Fundamedios. Pazmiño estuvo acompañado del Procurador General del Estado, de asambleístas y de un abogado de Carondelet. Si la Corte Interamericana tenía alguna duda sobre la separación de poderes y la independencia de la Función Judicial, creo que esta comisión las despejó completamente: el máximo representante de la máxima corte de garantía de los derechos de los ciudadanos se puso en evidencia al sentirse interpelado. No importa lo que haya dicho en aquella cita, pero la conformación misma de la comisión y la acción realizada puso en evidencia la increíble desinstitucionalización del Estado ecuatoriano. Así que parafraseando a Velasco Ibarra, sólo diría “¿queréis revolución? Pues hacédla en vuestras conciencias”. Los ciudadanos en la indefensión y ni un solo funcionario ha tenido la decencia de hacer su carta de renuncia. Eso sí que es un cambio de época.