Invisibles

La noche del lunes culminó el tercero de los debates protagonizados por el presidente Barack Obama y el candidato Mitt Romney en su carrera por la Casa Blanca. Se toparon muchos tópicos, pero un tema estuvo ausente: América Latina. Apenas unas ligeras referencias retóricas, como señal hacia sus vecinos. Ello refleja algo que es de todos conocido, pero que para los habitantes de estos países al menos de vez en cuando se pone más en evidencia, no constituimos prioridad alguna para los norteamericanos. A diferencia de lo que piensan amplios sectores de nuestras poblaciones, para el americano medio somos inexistentes. La atención de aquella minoría norteamericana que escudriña los problemas del orbe está dirigida principalmente hacia el norte del África, sobre algunos países árabes y el riesgo que representan los grupos fanáticos musulmanes para la seguridad de su país y de sus ciudadanos. Siempre será motivo de atención el conflicto palestino-israelí y el ascenso de China, más que nada por la pérdida de empleos que significa al interior de EE.UU. Salvo aquello, los norteamericanos viven para su interior. Se perciben como gran potencia y los temas de política que le interesan son domésticos. Hacia ellos se dirigen los candidatos. Para los latinoamericanos tiene varias lecturas. Puede ser positivo en la medida que América Latina no es un lugar que pone en riesgo el equilibrio mundial. Aparte de voces destempladas de un populismo rampante, la Región mantiene un crecimiento sostenido que le permite, no a la velocidad deseada, elevar estándares de vida de su población. Si se tiene en cuenta el número de personas que han abandonado la calidad de pobres en la última década, el balance es positivo. Baja la tensión y los países pueden enfilarse con mayor decisión a buscar derroteros que ayuden a superar brechas entre sus habitantes.

La parte negativa es que no somos países atractivos para fortalecer aún más los lazos económicos y comerciales. Salvo excepciones, los estados de la Región no reciben montos elevados de inversión que les permita empujar sus economías de manera importante. Un caso curioso es el de Chevron, que recibe insinuaciones del Gobierno argentino para que participe en la recién nacionalizada YPF y no termina de decidirse, pese a que supuestamente el negocio petrolero pinta excelente. ¿Por qué será?

La realidad es que, aún cuando sea doloroso, la Región no tiene en el orbe el peso específico que desearíamos los latinoamericanos. Cualquiera que ha pasado por una reunión internacional puede dar fe. Sin embargo, tenemos condiciones para, si nos trazamos esa meta, ser actores en el futuro mediato. Aquello presupone abandonar prejuicios caducos y educar a las nuevas generaciones alejadas de dogmas inservibles, condición indispensable para contar con oportunidades reales en un mundo cada vez más global.

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