Cada año nos hemos acostumbrado a ver ciudades o campos inundados y vías colapsadas. O a gente nadando en las calles con desesperación para salvar sus enseres.
Casi no nos asombramos de tanto ver las mismas imágenesen cada lluvia fuerte que tenemos en los inviernos.
Pero detrás de esas imágenes repetitivas hay cientos de agricultores afectados, por no contar con caminos para sacar su producción a los mercados.
Desde inicios de este mes, los efectos de El Niño y el invierno recrudecieron a tal punto que destruyeron vías importantes, como la Riobamba-Guayaquil, Cuenca-Machala, Riobamba-Macas. También, en Cotopaxi, Manabí, Esmeraldas, Santo Domingo de los Tsáchilas… La lista sigue. En algunas, la circulación está cerrada totalmente y en otras el paso es parcial, mientras se limpian los escombros o se hacen las reparaciones.
No es la primera vez que se presentan daños en esas carreteras. Esas quejas se escuchan de sus habitantes y autoridades.
Y así cada año, se pudren moras, tomates, naranjillas, banano, naranjas, guanábanas, se desperdicia la leche, se pierden las plantaciones de maíz y de arroz… Eso por mencionar unos pocos productos.
Si el país cuenta con un plan de mitigación de daños invernales, ¿por qué hay tanto estrago en estas carreteras? O bien, la prevención no funcionó o no se supo con certeza sobre la vulnerabilidad de esta infraestructura.
Se ha invertido en la construcción de un amplio y nuevo sistema vial, con material duro, como el hormigón armado, pero eso no se refleja cuando se tienen caminos que no sirven a los campesinos durante el invierno, la época de mejor producción y -se supone- de más ingresos para las familias.
Este año son estas conexiones viales, el año anterior fueron la Alóag-Santo Domingo, la Calacalí-Los Bancos, entre los pasos más importantes que se vieron afectados; el próximo año, ¿cuáles serán?. Lo cierto es que los inviernos se volvieron parte del paisaje.