Muy molesto, el Presidente desmintió a una agencia de noticias internacionales e insistió que las petroleras que operan en el país están invirtiendo. Afirma que tiene por escrito su compromiso, lo cual permitiría incrementar la producción. La previsión oficial es que el PIB petrolero crezca 2,8% este año.
Los bajos precios no deberían desalentar la inversión, excepto si se anticipa que los precios se estabilizarían en el largo plazo a niveles bajísimos, lo cual no es probable.
El motivo: los duros contratos petroleros que estipula el Ecuador, si bien impiden que las petroleras se beneficien de las subidas de precio, las protege de la caída, puesto que sus contratos de servicios estipulan un pago fijo por barril, que varía según el campo. De la venta del crudo, el Estado se reserva la primera tajada soberana, luego paga lo acordado, y después el remanente queda para el Estado. Si el precio es tan bajo que no alcanza a pagarse completo a la petrolera la deuda se acumula para pagárselo al subir el precio. Por eso, las petroleras pueden reafirmar por escrito su compromiso de inversión.
Pero, qué pasa si el Estado, en apretón fiscal, ¿se atrasa en el pago a las petroleras? ¿Se sentirán estas obligadas a honrar su compromiso a pesar que no se les paga completo?
Con la caída de precios, los ingresos globales de las petroleras caen, tienen que reducir sus operaciones (lo que a la postre llevará a precios más altos), y ¿cómo pueden justificar dirigir los escasos recursos a una actividad que afecta el flujo de caja?
Dicho en otras palabras, la certeza del Presidente de que las petroleras invertirán debe basarse en la contraparte, que les paga oportunamente según el contrato.
El apretón fiscal por la caída del precio del petróleo tiene una componente que, confieso, no la había anticipado. El precio de los combustibles que compra el país no baja al mismo ritmo que el crudo.
En el primer semestre de 2014, cuando el Ecuador vendió su petróleo a USD 96,44 el barril, el precio de los combustibles que compró fue USD 18 por barril más elevado, un 19%. En los seis meses de precios bajos, octubre 2014-marzo 2015, vendimos petróleo a 51,15 y compramos combustibles a 35 más por barril, una exorbitante diferencia de 68%.
Consecuencia: mientras en el primer trimestre de 2014 las exportaciones netas de hidrocarburos fueron de USD 2 mil millones, en primer trimestre de este año fueron de solo 710 millones. De ahí lo álgido del problema de balanza de pagos y la estrechez fiscal. Y quizá la tentación de atrasarse con las petroleras.
En otros tiempos tal diferencia de precios habría motivado al Congreso a fiscalizar, a los políticos a denunciar, a la prensa a investigar, y los funcionarios hubieran dado explicaciones. Pero nada de eso cabe bajo la dictadura del corazón.