Es cierto que las congestiones vehiculares para ingresar a las playas de Esmeraldas se acabaron, luego de haber construido el sistema de puentes. También es verdad que se mejoraron las vías, se edificó un moderno malecón en Las Palmas, un hospital en la ciudad de Esmeraldas y se hicieron otras inversiones.
Pero esas inversiones fueron puntuales y, sobre todo, focalizadas en la obra de cemento. En definitiva, no mejoraron las condiciones de vida de los esmeraldeños.
Cerca de 300 000 habitantes de los cantones Esmeraldas, Rioverde y Atacames no tienen un servicio permanente de agua potable y el acceso a alcantarillado es bajísimo.
En las prestaciones de salud y educación, las condiciones tampoco han cambiado y es así en toda la provincia. La situación es más crítica en sitios de frontera con Colombia.
En esas áreas, los habitantes de Carchi, Sucumbíos e Imbabura están mejor, según los indicadores de Senplades y el INEC.
Los esmeraldeños tampoco tienen una buena vivienda. De las cuatro provincias de frontera, Esmeraldas es la que menos calidad de vivienda tiene. Son construcciones rudimentarias, de materiales de mala calidad y sin los servicios básicos.
En las rendiciones de cuentas gubernamentales del 2016 se dijo que en Esmeraldas se invirtieron USD 1 600 millones, sin embargo, más de USD 1 200 millones fueron destinados a la rehabilitación de la Refinería, que aún no funciona bien totalmente. El resto fue para otras obras, como el sistema regional de agua potable (130 millones), que todavía no se terminan de construir.
En general, en el país se hicieron inversiones millonarias en puentes soñados como el de Los Caras de Bahía de Caráquez, en vías de concreto (USD 10 000 millones en una década), en hidroeléctricas (con fallas), en obras de control de inundaciones y trasvases de agua, en aeropuertos subutilizados y en otras infraestructuras. Pero, a Esmeraldas llegó poco de esos recursos para sus habitantes, quienes no tienen una vida mejor.