Un nuevo bochorno ha tenido que pasar el Ecuador a nivel internacional. En un arranque de prepotencia e intolerancia, el presidente de la República, Rafael Correa Delgado, abandonó intempestivamente la XXI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado en protesta por la presencia de la vicepresidenta del Banco Mundial para América Latina, Pamela Cox.
Correa ha confirmado una vez más, ya no solo en Ecuador sino a nivel internacional, su intemperancia, falta de tino y poca inclinación al respeto de las opiniones ajenas. El irrespeto de la prensa y de cualquiera que no piense como él en Ecuador ha tomado la forma de ataque contra organismos como el Banco Mundial más allá de nuestras fronteras.
En un acto de falta de cortesía con el anfitrión Fernando Lugo, presidente del Paraguay, y demás asistentes a esta importante cumbre, Correa se retiró afirmando que no tiene nada que escuchar. ¿Cuál fue la razón de peso? Que el Banco Mundial es y ha sido el heraldo del neoliberalismo en la región y que alguna vez, cuando fue ministro de Economía, este organismo “chantajeó al Ecuador”. No obstante, buena parte de los países de la región trabajan con este ente multilateral.
Para el presidente Correa solo existe una verdad: la suya propia. Su ensimismamiento, ejercicio autoritario y sin límites del poder, llega incluso al irrespeto del otro y a la negación de todo pluralismo.
Si no tengo mala memoria, creo que nunca antes hemos pasado por una situación tan penosa como esta a nivel externo.
En efecto, su visión de las cosas no se discute. Su opinión está por encina de todas las demás, a menos que el resto comparta sus mismas visiones ideológicas. Visiones ideológicas que no están claras ni incluso para él mismo. Dice que es de izquierda, sin embargo, gobierna con uno de los sectores de derecha más retardatarios del Ecuador.
Como se ha comentado estos días en varias notas de prensa, este tipo de desplantes dan evidentemente notoriedad mediática pero poco aportan a trazar una imagen internacional madura y coherente. Si el asunto es lograr protagonismo haciendo papelones como las que nos tiene acostumbrados su amigo Hugo Chávez, Correa al menos podría hacernos un gran favor: no ir o guardar silencio.
Tengo la certeza de que nuestro país no tiene una política exterior, ni tampoco una estrategia clara de cómo manejar nuestras relaciones. A medida que pasa el tiempo no solo se está afectando seriamente nuestra imagen a nivel internacional sino incluso nos estamos aislando de la comunidad internacional.
La intolerancia llevada a los límites evidencia una ausencia de madurez y convicción profunda en los principios democráticos.