La sola idea de buscar las mejores iniciativas en el mundo y explorarlas a cabalidad es una buena noticia siempre. Es el caso de la visita del presidente Correa al Centro de Investigación de Carolina del Norte porque, como él lo señaló, es necesario hacer algunos aprendizajes antes de lanzar el centro de investigación Yachay -como dirían en Ecuador- a mano alzada. Casualmente, yo visité ese centro hace algunos años, y este, conjuntamente con el Triángulo de Investigación en Raleigh eran los ejes del desarrollo de Carolina del Norte. Su éxito radica en tres elementos: primero, la investigación científica estaba concentrada en resolver problemas productivos, es decir, tenían el objetivo fundamental de ofrecer aplicaciones inmediatas. En el caso del NCRC de Kannápolis esa aplicación beneficiaba directamente a Dole, General Mills y otras. En el caso del Triángulo, la investigación nutría a IBM, AT&T y Bell.
El segundo elemento tiene que ver con el primero; todos estos centros sobreviven fundamentalmente gracias a esa alianza público privada. Menos la mitad de los recursos provienen del Gobierno federal o del Estado y, más de la mitad proviene de empresas y personas que aceptan financiar desde profesores hasta grandes investigaciones. Sería imposible que todo venga de la caja fiscal, pero sobre todo, sería contraproducente, pues no se crea un sentido de país: el sector privado no se siente involucrado, por lo tanto no presenta problemas para ser solucionados o peor, no utiliza los avances creados y, por tanto, no tiene incentivos para contratar estudiantes. Es lo que ya ha pasado con la universidad ecuatoriana y con las becas de Fundacyt, salvo contadas excepciones.
El tercer punto importante: los incentivos. Todo lo anterior suena muy bien pero, como de costumbre, el diablo está en los detalles o para ponernos tecnocráticos, en “la implementación”. Para empezar, el Presidente habrá notado que en el centro de Kannápolis lo financia el sector privado, pero lo conforman las universidades. Sin universidades, un centro de investigación es letra muerta, es etéreo. Los centros son apenas el corazón y los investigadores las arterias, pero sin estudiantes -es decir sangre nueva- generalmente el conocimiento se pierde en poco tiempo. Y hablando de incentivos, el tema de las patentes es fundamental: el MIT descubrió, por ejemplo, que sus estudiantes generaban increíbles resultados cuando se les permite patentar sin cortapisas, y –por tanto- sacar provecho de ellos. Ellos siempre cuentan la historia de Amar Bose, quien creó–mientras hacía su PhD- el mejor sistema de sonido del mundo. El MIT sabía lo que hacía: no hay mejor financista de investigación y desarrollo que un ex alumno exitoso. Los incentivos y los compromisos de largo plazo con las universidades y el sector privado son fundamentales. Son ellos los que se van a quedar en el país, no las corporaciones o países que ayuden a dar el puntapié inicial a Yachay.